Escritura sobre escritura: El libro de Letizia. Novela de Capri.

El  libro  de  Letizia. Novela de Capri (2020) de Liliana Bellone ganó el VI Premio Internacional de Narrativa “Novelas Ejemplares”. El concurso, convocado por la Facultad de Letras de la Universidad Castilla la Mancha y Editorial Verbum de Madrid (España) en el año 2020, tuvo 532 participantes. Ocurrido esto y habiendo sido lectora del manuscrito, escribí sobre él[1]. Paralelamente, la relectura de En busca de Elena (Buenos Aires, 2017), pequeña novela escrita por Liliana Bellone poco tiempo antes, mostraría que este texto constituiría un primer tomo de la saga familiar de los Cerio a la que pertenece, como segundo tomo, la novela premiada.

En efecto, desde las primeras páginas encontramos similitudes. En primer lugar, en ambos aparecen, a manera de dedicatoria, los siguientes in memoriam: A la memoria de la fotógrafa Elena Hosmann, y de los escritores Raúl Aráoz Anzoátegui y Néstor Saavedra (2017: 11) y A la memoria de Letizia Cerio de Álvarez de Toledo, Elvira Orphée y Carlos Rafael Giordano (2020:11). En ambos casos, con estas palabras se evoca a personas de existencia real y, al decirlas, se pone en movimiento una estrategia de verosimilización de la historia que comienza a relatarse a continuación, ya que esos nombres vuelven a aparecer en el entramado ficcional.

Son los narradores (en el primer tomo, “el poeta” que rápidamente identificamos con el Raúl Aráoz de la dedicatoria, “el novelista” que nos remite a Néstor Saavedra y en el segundo, el crítico literario “Giordano”, el único de los que aparecen en las dedicatorias que no es mencionado en el índice, 2020:7) o los personajes importantes (Elena Hosmann, Elvira Orphée y Letizia Cerio, respectivamente).

El salto que va de la realidad a la ficción es imperceptible. Por ejemplo, en las páginas introductorias a En busca de Elena, aparece una primera persona “Escuché el nombre hace varios años, en Tucumán,  durante una reunión con algunos poetas, pintores y profesores de la universidad. Volví a escucharlo en Capri: Elena, Elena Hosmann.”(11) Los lectores, conocedores de que entre los eventos cruciales de la biografía de Bellone se encuentra un viaje a Capri, tenemos la sensación de que es la voz de la autora la que se hace presente en esa circunstancia. Grande es nuestra sorpresa cuando vemos que la introducción está firmada por un misterioso enunciador cuyas iniciales son  D. V. C.  y que, demás, en el trabajo asociativo hecho a partir de ciertas fechas y del nombre Elena[2], se alude no sólo a la de Troya, a la reina de Italia y a la Santa patrona de los arqueólogos, sino que se dice que también había sido usado por una escritora latinoamericana para los personajes de varias de sus novelas. Sin mencionar su apellido, se citan segmentos de Augustus (1993) y Fragmentos de siglo (1999)[3]. Hay entonces un intento de borrar el nombre propio de su autora (Liliana Bellone) sin por ello anular la estrategia de verosimilización. Ésta se hace más fuerte cuando, al finalizar la introducción, ese enunciador acerca su texto al género testimonial al afirmar “Apelé a los amigos que podían recordarla, entre ellos un poeta, un novelista y un arqueólogo cuyos testimonios ahora transcribo”. (14)

A partir de entonces ese enunciador cede la palabra a otros y encontramos un par de capítulos denominados “Habla el poeta” y “Habla el novelista” (el arqueólogo también lo hace pero su existencia es tal vez sólo ficcional) y nos parece escuchar voces grabadas que luego fueron fielmente transcriptas.

Mucho más complejo, pero no por ello menos verosímil, es el ingreso de otras voces en El  libro  de  Letizia…, ya que las intervenciones de distintos personajes (Elvira Orphée, Leticia Álvarez de Toledo, entre otras) con sus propias versiones de ciertos hechos están sostenidas por la voz de un narrador básico (Carlos Giordano) que ha escuchado aquellas y las reproduce.

Ahora bien, en ambos casos y ya que todos los protagonistas de la enunciación son, a nivel del enunciado, actores del campo literario argentino (Raúl Aráoz Anzoátegui, Elvita Orphée) y del campo intelectual en general (Héctor, el arqueólogo y el crítico Giordano, respectivamente) su discurso está regado de menciones a autores y textos de ficción y de crítica.

Si estas coincidencias, las de las voces que se hacen cargo del discurso, y las del modo de discursivizar ¿cuáles son las existentes en la historia narrada?

En busca de Elena narra distintas versiones de una misma historia, la de unos viajes por el norte de nuestro país que tienen como protagonista a la fotógrafa argentina Elena Hosmann, madre de Letizia. Abreviada y con variaciones, ésta aparece en varias partes de la Novela de Capri. Y viceversa, en el primer tomo de la saga está también condensada la vida de Letizia y se menciona la nota al pié de “La biblioteca de Babel” en la que se hace alusión a la opinión de Letizia sobre la existencia de un “libro infinito”, cuya búsqueda y hallazgo por parte de Giordano constituyen la fantástica historia del segundo tomo.[4]

La primera coincidencia de este nivel es que los viajes de dos personajes tienen como objetivo la ejecución de o el encuentro con un libro. En efecto, si los viajes al norte de la fotógrafa persiguen la realización de Ámbito del Altiplano que contendría sus fotos, testimonio e inmortalización de los tipos regionales del norte; el viaje a Capri del crítico literario es la búsqueda del asombroso libro ya mencionado. Sin embargo, si el primer tomo tiene tintes realistas y hasta regionalistas, el segundo pertenecería a lo que la crítica ha denominado el género fantástico en el que lo maravilloso y lo extraordinario pasan a formar parte de la vida cotidiana de los personajes.

Ahora bien, si esa es la más sorprendente de las coincidencias a nivel de la historia de esos dos tomos, hay otra también relacionada con algún viaje, que es de nuevo aquí una forma de conocimiento. Se trata del que realizan dos de los narradores (Aráoz Anzoátegui y Carlos Giordano, que es también uno de los protagonistas) a través de cual ambos han tomado contacto con las mujeres de las que (o con las que) hablan largamente (Elena Hosmann y Letizia Cerio respectivamente).

En el primer tomo de la saga, Aráoz, en la realidad reconocido poeta salteño, habla de sus viajes por el viejo mundo cuando, afiliado al partido comunista, llega hasta Rusia; pero no es en ellos que conoce a Elena, sino en un viaje a San Antonio de Areco en la provincia de Buenos Aires, lugar en el que, casualmente ella exponía fotos propias. Aparece en ese encuentro el gusto de la autora por las genealogías[5], pues Aráoz menciona el parentesco entre su madre y los de la Serna, o sea con la madre de Che Guevara, cuyo padre estaba emparentado con Elena.

Como en espejo, en el segundo tomo, aparece como narrador protagonista Giordano, célebre crítico literario argentino que, en la ficción, es un estudiante de derecho y luego de Letras en la Universidad de Buenos Aires donde conoce a Elvira Orphée. Las persecuciones paramilitares (la triple A) lo llevan a exiliarse en Europa, tierra de sus ancestros que ya había conocido en viajes anteriores. En uno de ellos, se había encontrado en París con Elvira que hace de nexo para que él, ya exiliado, llegue hasta Letizia en Capri, a la biblioteca del Palazzo Cerio y al “libro infinito”.

Aparecen en ambos casos “el lado de acá y el lado de allá”, pues el viaje presente en el primer tomo se realiza partiendo desde Salta hacia San Antonio de Areco y en el otro se parte desde Argentina hacia Italia y después  hacia Capri.

Otro punto de coincidencia relacionado con los personajes se encuentra en el primer capítulo en el que habla el novelista Néstor Saavedra (primer tomo). Dice: “A Elena Hosmann me la presentó el poeta Raúl Aráoz Anzoátegui. Raúl decía que Elena tenía algo de las beldades nórdicas o germánicas que le gustaban tanto a Borges.”  (2017:29)

Cuando le toca describir sus propias impresiones, agrega: “Cuando vi a Elena, quedé medio paralizado, se parecía a esas actrices que había contemplado en el cine. Era medio nórdica, medio griega, con la frente despejada y el cabello claro, las cejas perfectas, el rostro perfecto.”(2017:30)

El tipo femenino que encarna Elena difiere del tipo de mujer presente en sus propias novelas que es explicado en un contraste con el tipo marechaliano: “Marechal tiraba hacia el idealismo, yo era un realista, las mujeres de mis novelas eran casquivanas y prostitutas, nada de ángel, nada de niña  pura e inalcanzable.” (2017:29)

Mencionamos estos contrastes porque la apreciación de Raúl Aráoz acerca de que a Borges también le gustaba ese tipo de mujer ángel se ve ampliada en el tomo dos de la saga en el que aparece una exhaustiva lista de las mujeres intocables a las que el escritor argentino homenajeaba dedicándoles sus textos. Por oposición, hay un análisis de sus personajes femeninos, los cuales no están lejos de los que menciona Saavedra como propios de su obra. A propósito de esta antítesis, se habla de un texto de Freud sobre la vida erótica en el que se tipifica a las mujeres según la moral: si las virtuosas (la madre, las hermanas, la esposa) inspiran un amor tierno en el que se esconde el miedo al incesto; las otras, las de moral dudosa, provocan el amor pasión.  Relacionadas con esto, son curiosas las reflexiones que hace Giordano después de su encuentro con el “libro infinito”. Si Elvira Orphée le había dicho que se hallaba en un estante alto de la biblioteca del Palazzo Cerio, él lo encuentra en el zócalo:

Yo encontré mi Aleph a pocos  centímetros de los mármoles del piso del  Palazzo Cerio.  ¿Por qué Elvira lo vio arriba? Quizás, porque como una donna angelicata, una mujer celeste, podía advertir los designios secretos, la entrada al Edén, como la Beatrice de Dante. Yo, en cambio, pedestre varón, encontré la entrada al trasmundo en los zócalos, o, como Borges, en un sótano. Al fin y al cabo, esa podía ser la entrada al Hades, como cuando Odiseo la encuentra en un hoyo y convoca a sus muertos. O como Dante cuando desciende a los infiernos. Abajo, sí, mi Aleph o mi libro infinito estaba abajo, en la tierra, y el de Elvira, mi amiga querida, en lo alto, en el cielo. (2020:71)

Más allá de estas coincidencias que hacen a los viajes de los narradores y de los personajes o a las tipologías femeninas mencionadas, podríamos seguir encontrando algunas que tienen que ver con cronotopos. En este caso, podríamos nombrar la mención que hacen varios narradores de ambos tomos a la generación bifronte de Florida y Boedo en la Buenos Aires de los años ´20 del siglo pasado o al florecimiento de las artes (incluida la aparición del grupo “La Carpa”) y las ciencias en el próspero Tucumán de los años ’40, el del apogeo de los ingenios azucareros o a la isla de Capri de los ’60, cuando se convirtió en la meca de artistas y cineastas. Pero dejemos algunas para el trabajo de otro lector.

Para cerrar, una última coincidencia. Se trata de un aspecto presente en prácticamente todas las novelas de Bellone: la política.  Para hablar de ello, vuelvo a lo dicho en una nota al pié del trabajo sobre El libro de Letizia… Afirmábamos allí que “la autora logra un justo punto medio entre las posiciones extremas de una polémica (mencionada en la novela) entre David Viñas, embanderado en la literatura comprometida y el narrador que prefiere una literatura que se acerque más a lo misterioso” (Moyano:2020). Si bien la denuncia es casi imperceptible en el tomo uno de la saga, pues sólo se menciona la demolición del Palacio Unzué que realizan los militares de la autodenominada Revolución Libertadora (1955) para borrar de la tierra toda huella del peronismo, este aspecto toma mucha fuerza en el segundo tomo. Entretejida con el discurso de los protagonistas se menciona el accionar de los generales Ramírez y Farrell quienes deponen a través del un golpe al presidente Castillo, acusado de fraude, y ponen fin a la década infame. La cita de Fragmentos de siglo mencionada en la nota tres tiene que ver con otro momento emblemático de nuestra historia reciente: aquel en el cual el general Perón expulsa a los jóvenes militantes de la Plaza de Mayo. En otro capítulo, a propósito de la polémica entre Giordano y David Viñas, se alude a la desaparición de sus dos hijos, al golpe de 1967 (el de Onganía), al último gobierno de Perón y al ulterior golpe (el de Videla). También se menciona la prisión de la mujer del narrador-protagonista por persecución política. En el diálogo con Letizia Cerio, ante su pregunta por la Argentina salen a relucir la actuación tanto de la Triple A, como de la dictadura, la llegada de la democracia y lo actuado por la CONADEP. Casi en el cierre, se retoma el episodio mencionado en la otra novela de la saga: la demolición del Palacio Unzué. Si el primer gobierno de Perón sucede al de Ramírez/Farrel, podríamos decir que trasfondo histórico-político de ambas novelas son tanto los varios gobiernos de Perón e Isabel como los golpes que los interrumpieron. Muy calladamente, se denuncia el accionar militar y paramilitar.

Todas las coincidencias mencionadas, posibles de ser leídas como continuidades confirman la hipótesis inicial: En busca de Elena ciertamente incubaba El  libro  de  Letizia.

 

Elisa Moyano

Magister en Estudios Latinoamericanos

Universidad Andina Simón Bolívar

de Quito, Ecuador.

[1] El texto producido es  “Historia y ficción en El libro de letizia (novela de Capri) de Liliana Bellone” (Moyano: 2020) publicado por varios medios.

[2] Las asociaciones de fechas que habían sido frecuentes en Eva, alumna de Nervo (2010) van a aparecer de nuevo en la voz del poeta quien las tipifica como “cosas de viejos”. También vuelven a hacerse presentes en ambos tomos las asociaciones de los nombres.

[3] La cita de fragmentos de otras novelas de la misma escritora es coincidencia entre los dos tomos de la saga.

 

[4] El hecho de un tomo abarque la vida de una y el otro, la de la otra, hace que haya tramos en las historias coinciden. Se trata de lugares, épocas y personajes que, siendo centrales en una pasan a un lugar marginal en la otra.

 

[5] Un ejemplo de ello es “Raíces salteñas de Julio Cortázar” publicado por Página 12 el 15 de junio del 2020.

 

El libro:

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