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Peso | N/D |
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Dimensiones | N/D |
Formatos | Digital, Papel |
El puente de Waterloo
Fernando Nombela
Fernando Nombela es el señor poeta oriundo de Toledo que hoy se asoma por vez primera a la balconada de Verbum y da un grito de ¡aquí estoy! No es hombre de gritar. Es más, el silencio ocupa un lugar en su inspiración marcándole en su orgullo una forma de relieve. No grita, pero deja que sus poemas le abran paso a su experiencia y dejen semilla en el fervor. Fernando ha estudiado su carrera de letras, cultiva inteligentemente la amistad y conoce un arte hoy quizá bastante desconocido: sabe asombrarse admirablemente. Lo ha leído todo; y si en una biblioteca pasa por delante de un libro bueno, de inmediato lo señala y da testimonio de las luces que trae consigo su lectura. Innecesario añadir que es lector exigente y que su poesía va cayendo sobre nosotros como una de las mejores noticias que nos llega del pregón de la musa infatigable. MARIO PARAJÓN En El puente de Waterloo, Fernando Nombela describe el viaje de un personaje que, surgido de las tinieblas de su propia ausencia, camina hacia la luz de la vida. “Retirar los escombros/ de lo que destruyó la noche” es la tarea dolorosa de quien quiere ser mirado como un “recién nacido” que aprende a “mirar de nuevo” y a recuperar la fe en algo que podría ser nombrado con la palabra amor: “entre la honda/ realidad de estar/ absolutamente/ solo/ y la locura/ febril de sentirme/ acompañado/ elijo la fiebre/ clavada en la herida”. El poema es la voz con la que el personaje dibuja su peripecia, a través de lo que es una lírica escueta, sencilla, esencial, volcada en el deseo de poner algo de verdad en la conquista de la esperanza, tantas veces mencionada en este libro. Poesía como proceso, como búsqueda, como expresión de un conflicto y como lugar de confesión y encuentro con el mundo y el amor. Fernando Nombela ha escrito un libro inhabitual y magnífico que no debería pasar desapercibido para ningún lector de poesía.
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Fernando Nombela es el señor poeta oriundo de Toledo que hoy se asoma por vez primera a la balconada de Verbum y da un grito de ¡aquí estoy! No es hombre de gritar. Es más, el silencio ocupa un lugar en su inspiración marcándole en su orgullo una forma de relieve. No grita, pero deja que sus poemas le abran paso a su experiencia y dejen semilla en el fervor. Fernando ha estudiado su carrera de letras, cultiva inteligentemente la amistad y conoce un arte hoy quizá bastante desconocido: sabe asombrarse admirablemente. Lo ha leído todo; y si en una biblioteca pasa por delante de un libro bueno, de inmediato lo señala y da testimonio de las luces que trae consigo su lectura. Innecesario añadir que es lector exigente y que su poesía va cayendo sobre nosotros como una de las mejores noticias que nos llega del pregón de la musa infatigable. MARIO PARAJÓN En El puente de Waterloo, Fernando Nombela describe el viaje de un personaje que, surgido de las tinieblas de su propia ausencia, camina hacia la luz de la vida. “Retirar los escombros/ de lo que destruyó la noche” es la tarea dolorosa de quien quiere ser mirado como un “recién nacido” que aprende a “mirar de nuevo” y a recuperar la fe en algo que podría ser nombrado con la palabra amor: “entre la honda/ realidad de estar/ absolutamente/ solo/ y la locura/ febril de sentirme/ acompañado/ elijo la fiebre/ clavada en la herida”. El poema es la voz con la que el personaje dibuja su peripecia, a través de lo que es una lírica escueta, sencilla, esencial, volcada en el deseo de poner algo de verdad en la conquista de la esperanza, tantas veces mencionada en este libro. Poesía como proceso, como búsqueda, como expresión de un conflicto y como lugar de confesión y encuentro con el mundo y el amor. Fernando Nombela ha escrito un libro inhabitual y magnífico que no debería pasar desapercibido para ningún lector de poesía.
El puente de Waterloo
Peso | N/D |
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Dimensiones | N/D |
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