ESCRITURA DE MUJERES.

LA COLETTE AMERICANA.

PARALELISMOS: LAS ESCRITURAS DE COLETTE Y  DE LILIANA BELLONE, “VI PREMIO NOVELAS EJEMPLARES” DE LA UNIVERSIDAD CASTILLA LA MANCHA Y EDITORIAL VERBUM, 2020.

Sin duda las características de la obra de la escritora francesa Colette (1873-1954), marcada por lo idílico, lo provinciano, el erotismo, el despertar sexual, lo femenino, la figura de la madre, el teatro, Balzac y Proust  que analiza detalladamente Julia Kristeva en El genio femenino. 3. Colette, muestran un notable paralelismo con la producción narrativa, dramática  y poética de la escritora argentina Liliana Bellone, premiada por la Casa de las Américas de Cuba en 1993 por su novela Augustus y en 2020 por la Universidad Castilla La Mancha y Editorial Verbum de Madrid con el “Premio Novelas Ejemplares en Homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra”, por El libro de Letizia, Novela de Capri. Estas novelas y otras de su producción (también su poesía) presentan una serie de rasgos comunes con la temática de la escritora francesa pero por sobre todo, como lo ha señalado la crítica, hay en ellas una profunda y refinada  articulación entre lo europeo y americano.

LO IDÍLICO Y PASTORIL ARTICULADO CON AMÉRICA.

El tema de la infancia y el campo, el ámbito de bosques y animales, que señala Julia Kristeva como fundantes en la escritura de Colette encuentran su espejo en la descripción pastoril de valles, montañas y pueblos andinos, a veces sub-tropicales como el célebre Campo Santo  de la novela Augustus (La Habana, 1993), de Liliana Bellone. Los lugares de esta novela están marcados por la sutil belleza de lo incontaminado, ambientes que evocan la infancia y la juventud en un marco idílico. Las referencias a Virgilio y a la novela pastoril son constantes.

Campo-campo- invasión de bálsamos del campo-viento de eucaliptos-campo. Inmenso campo- campo, respiramos- los pastores y Virgilio en tertulia vesperina -campo- me embriaga el rostro y el aire. La vista-el sol-el azul de los naranjos-campo-atardece-Y nosotras somos dianas cazadoras-aire- aire. Dianas cazadoras por el campo loco-loco campo-caliente y seco del invierno-Había que cruzar badenes-riachos-almenares-lagos- (La Habana, Casa de las Américas, 1993, p.46).

En Fragmentos de siglo (Salta, 1999), editada en Italia en 2016 con el título de Frammenti di un sécolo, traducida por Rossella Carbone y bajo el cuidado de Rosa María Grillo; el mundo idílico se sitúa en la Puna de Atacama, lugar en el cual un grupo de estudiantes y su profesor se refugian a causa de  la persecución política que se ha desatado en la Argentina en la década de los 70. El ámbito de la puna se equipara a un paisaje griego, como lo señala la estudiosa norteamericana Karen Douglas,  y en él se encuentran las huellas de la famosa Gradiva de Jensen (novela analizada por Sigmund Freud), símbolo de la arqueología y la geología. Los Niño, una familia de criollos de la zona, brinda a los refugiados alimentos que evocan las comidas pastoriles. Los Niño son pastores andinos y sus nombres remiten al mito clásico.

El desierto de la puna es atravesado por lagartos e iguanas que remiten a remotas eras geológicas. Esos  seres antediluvianos que fascinan a Ismael y a sus alumnos, reaparecen en El libro de Letizia. Novela de Capri (Madrid, 2020), a través de la “lucertola azzurra” que habita la bella isla del Tirreno. Recordemos que los libros que llevará al exilio Ismael/Carlos, personaje de Fragmentos de siglo y de El libro de Letizia, son las Geórgicas y las Bucólicas.

Junto a las alusiones de cuentos infantiles (Perrault, Las mil y una noches), en Las viñas del amor (Salta, 2008),  surgen las figuras de Amitas y Ascanio, pastores que bogan en medio de los Valles Calchaquis, entre rocas, grutas y cóndores, mientras  la música primordial del Sikus, la versión andina de la flauta de Pan,  los acompaña.  La Arcadia en la Puna, tal como la vieran Ismael y Sylvia en sus escritos (diarios y cartas) evocados en Fragmentos de siglo, en una simbiosis entre Europa y la América Profunda, la que persigue la hermosa Elena Hosmann de En busca de Elena (Buenos Aires, 2017)para rescatar los rostros de los criollos e indios que pueblan los pueblos, los valles y las serranías de la Argentina, Bolivia y el Perú, las extensas regiones de Abya Yala en lengua “kuna”, antes de que América fuera América en homenaje al florentino Américo Vespucio.  Este aspecto intercultural se analiza minuciosamente en  Desde Europa a la América profunda: Un viaje por la narrativa de Liliana Bellone, de Elisa Moyano (Madrid, Editorial Verbum,  2021).

En la saga Cerio, constituida por dos novelas breves: En busca de Elena (Nueva Generación, Buenos Aires, 2017, traducida por Vincenza Visciano y editada en Italia con el título de Sulle tracce di Elena, por Oédipus en 2018) y El libro de Letizia. Novela de Capri, (Verbum,  Madrid, 2020, traducida al italiano por Giulia Nuzzo como Il libro di Letizia. Romanzo di Capri, editada  por Oédipus en 2021), se referencia una atmósfera eglógica que se acerca a la síntesis poética. El nombre Elena, reiterativo en las novelas y relatos de Bellone, remite al mito griego, y , desde ese lugar, se extiende por  Augustus y Fragmentos de siglo, por En busca de Elena y El libro de Letizia, constituyendo una constelación onomatológica donde caben la Elena homérica, la Elena de Roma, la Elena de Italia, la de Ronsard, la de Neruda, la de Capri… reunidas en una fecha: 18 de agosto, día de Santa Elena y fecha de la muerte de Honoré de Balzac, el gran autor admirado por Bellone, en un magnífico homenaje a la literatura, como lo señalara el escritor cubano Abilio Estévez, un homenaje que abarca  desde Miguel de Cervantes Saavedra a Jorge Luis Borges.

El narrador-protagonista de El libro de Letizia. Novela de Capri (el estudioso de la literatura hispanoamericana Carlos Rafael Giordano, profesor de la autora en la carrera de Letras), advierte que, como un Odiseo sin regreso, encontrará su destino en ese lugar de mar  y cielo azul, en las bellas costas del Tirreno.  Dice:

Estaba todo dicho, todo hecho.  Seguramente en mi corazón evocaré a la Argentina, pero en mi alma estará Cosenza cuando la grata muerte me llame en un lugar de Calabria. (Ob.cit. p. 76).

En este párrafo es evidente el intertexto con el poema de Jorge Luis Borges “A Francia” del libro Historia de la noche (1977).

La devoción por Marguerite Yourcenar, corre en paralelo con la mirada seductora del Tirreno, sus islas y su pasado griego y romano. Desde Augustus hasta El libro de Letizia. Novela de Capri, pasando por Fragmentos de siglo y Las viñas del amor,  esta pasión por el mar, la mitología grecolatina y la cultura mediterránea es notable y configura un pilar de la escritura de Bellone.

Sin embargo, esos edenes aparecen también como lugares asfixiantes y siniestros: así lo señala la escritora y crítica cubana Mirta Yáñez en la nota “El horror a la aldea en agosto: Augustus” ( Revista Casa de las Américas de Cuba, nro. 196, 1994).La la voz narrativa, encarnada en Elena/Isabel Clara Eugenia, hijas de inmigrantes italianos, anticipa en Augustus, por ejemplo,  lo que ocurrirá con esos paraísos, cuando la Compañía de Cemento llega al pueblo , lo contamina y luego lo abandona:

Un día la Compañía se fue sigilosamente. Los vecinos sólo oyeron los ruidos de los camiones y los carros al amanecer. El pueblo quedó silencioso;  pero quedaban las aguas venenosas (…) En el arroyo donde alguna vez nos bañamos cuando éramos chicas, el agua apareció revuelta y plateada por los peces muertos. Durante días en el aire se mantuvo el olor nauseabundo de los animales podridos debajo de los escombros que habían dejado como saldo los explosivos de las dinamitas. Los pájaros caían muertos por una extraña epilepsia que los paralizaba en pleno vuelo. Todo estaba impregnado por el polvillo del mineral que blanqueó las paredes, las plantas, los patios. En el horizonte flameaban círculos de cuervos. Pirámides de desechos, ratas muertas, aguas infectas y zancudos era el recuerdo de la Compañía de Cemento. (Ídem, p. 90).

En Augustus están las Églogas, también las Geórgicas a través del canto reiterado a la agricultura, al amor por las tareas rurales que los inmigrantes aportaron a la Argentina:

Vienen los carros con guirnaldas de flores (…) Viene la cosecha: el primer maíz, la primera hortaliza, la primera vid. Los carros van derramando el olor del campo trabajado, pimientos, papas, polvorientas papas, rabanitos, berenjenas lustrosas y negras, apio, perejil, más pimientos, más perejil, lechugas arrepolladas, el campo en los carros. El comienzo de la cosecha. Oh agricolae, los labradores en la dulce campaña, oh Virgilio. (Ídem, p.33).

 EL AMOR  Y LA BISEXUALIDAD. LAS LÓGICAS AMOROSAS

La reminiscencia de la poesía anacreóntica enlaza historias de amor en las que pueden leerse las lógicas amorosas en el marco idílico de las bodegas andinas en  Las viñas del amor. El erotismo y las fantasías bisexuales,  como ocurre en la escritura de Colette,  ocupa un lugar central en la trama de esta novela, donde la voz narrativa evoca a una niña-varón, Amintas, pastor o pastora  calchaqui, modelado o modelada a imagen y semejanza del Amintas virgiliano, moreno y sensual. El Amor, el cruel Amor por momentos, es el amo de todas esas vidas, como en la Égloga X. La madre de Sara correrá a Amintas con un látigo por no considerarla una amistad adecuada para su hija. Amintas es el rostro de la infancia, niña y varón a la vez, imagen  del erotismo infantil. Dice la narradora:

Amintas hilaba cuando era mujer  y hondeaba zorros cuando era varón. (Salta, Retorno, 2008, p. 78).

Junto a esa pastorcilla, que por momentos se convierte en una especie de hechicera o sibila, capaz de comunicarse con el trasmundo y con la cual la narradora-protagonista juega y disfruta del sol y la naturaleza, se desplaza la gata Casandra cuyo nombre de profetisa simboliza el misterio. Casandra es la otra compañera de la niña Sara en ese ámbito bucólico. Por cierto, la gata Casandra tiene su paralelo en la gata Saha de la novela La gata de Colette, el animalito amado. Los gatos ocupan un lugar importante es La viñas del amor: en medio del ámbito de ensoñación de los valles calchaquis, está “la casa de los gatos”, una especie de castillo misterioso que guarda secretos y despierta la imaginación infantil.

 En Eva Perón, alumna de Nervo, el poeta Joaquín De Gennaro advierte que en Evita  aparecen ciertos caracteres masculinos que a él le faltan y que él representa en gran medida la parte femenina de ella en una articulación poco convencional y donde la pasividad está del lado del varón y lo activo del lado de la mujer.  ¿Evita es una mujer fálica? ¿Una histérica? Como lo señala Freud, las fantasías y sueños histéricos remiten, por cierto, a la bisexualidad.

Árboles, pájaros, ríos, bosques, colinas, cuevas (como en “Los zarcillos de la vid” de Colette) irrumpen en la atmósfera de todos los libros de Bellone, desde el primero, los poemas de Re torno de 1979 hasta la poesía reciente de La rueda de Virgilio.

LA OTRA MUJER.

La reminiscencia de los clásicos, la mitología grecolatina y el entorno pastoril, junto a la relación fraterna y especular  de las hermanas que, en Augustus, se confunden finalmente en un reflejo imaginario invertido,  el  tema de “la otra mujer”, la “otra” amada, admirada y también rechazada y considerada como rival (temática recurrente en Colette) son una constante en las novelas y  cuentos de Liliana Bellone. En Fragmentos de siglo (1999), editado en Italia como Frammenti di un sécolo por Oèdipus en 2016, traducido por Rossella Carbone y bajo el cuidado de Rosa María Grillo leemos:

AHORA QUE emprenderé este viaje debo escribirte aunque sé que me recibirás como siempre lo has hecho: con amor.

Es difícil el comienzo, sobre todo en este día tan cargado de pésames, cuando el cuerpo se siente apesadumbrado y el frío lastima la vista a través de los vidrios. Sé que recibirás mi carta y que la leerás como siempre lo he imaginado: inclinada bajo la lámpara. La lámpara, la carta, la certeza de tu afecto y mi afán por escribir mensajes a  hermanas, a amigas, a amantes inexistentes.

Pero sé que esta vez mi carta llegará a tus manos y que la leerás silenciosa y asombrada porque los acontecimientos que narraré son parte de tu rostro y tu historia presentes siempre, en especial en este invierno en París que me arroja hacia tu recuerdo. (Salta, El Robledal, 1999, p.13).

La “otra” del espejo, la hermana, en Augustus,  es la “otra”, la que ha quedado en la Argentina, en Fragmentos de siglo, la del lado de allá, la amiga, la compañera, aquella que compartió amistades, libros, sueños, ideales y que se salva en el recuerdo, en la evocación de cartas, en la citas de papeles y diarios. La “otra” que no es escritora, guarda la memoria. Otras mujeres aparecen en esta novela como la histérica y delatora que nos recuerda al personaje del cuento “La enemiga” de  El rey de los pájaros (1992).

Dos jóvenes mujeres, periodistas de Buenos Aires,  se atreven en Dafne y el crimen de la montaña (Buenos Aires, 2019) a investigar el feminicidio de dos universitarias francesas (Casandre Bouvier y Houria Moumni) violadas y asesinada en las montañas de San Lorenzo, en Salta,  al norte de la Argentina en 2011.  La señora Alicia de Zabala tiene su contracara en la morena y fiel Dorotea, madre de los dos jóvenes gauchos (hijos de  Zabala, el patrón)  que aparecen como sospechosos de cometer el feminicidio. Dorotea es una mujer atávica que simboliza la violación de un continente: América. Los personajes se presentan en dobletes, geminaciones que nos recuerdan  esa  obra fundacional de la literatura española: La Celestina. Como en una duplicación especular, dos son las periodistas, dos han sido las víctimas, dos son los muchachos criollos que resultan sospechosos, los Cordero (reminiscencia de los Vicario de Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez y de los Iriarte de Augustus) , dos son los amigos que parecen tenderles una trampa. En esa dualidad se entrecruzan deseos, sueños y miedos con evidentes connotaciones sexuales. Texto híbrido entre crónica periodística y ficción, se ajusta a la investigación y a los datos policiales sobre el cruel hecho que conmocionó a la Argentina y a Francia en 2011.

Las hermosas hermanas Campassi, cultas, lectoras de Balzac y de Verlaine, educadas en un colegio religioso y elitista, no resisten la seducción de los hermanos Iriarte, criollos y altivos; pero el erotismo y el sexo entre ellas y los Iriarte se obstaculiza ante la aparición de dos mujeres de la tierra: Gloria Guerrero y Margarita Quiroga que configuran la desdicha de las Campassi que se hundirán en la soledad y la locura para desintegrarse en el aire de una patria que les fuera hostil y que desintegrara el legado inmigrante itálico, ese tronco que las unía con los agricultores virgilianos, con Piamonte, con  Roma, con la ópera,  con la reina Elena y la reina Margarita.

En Puccini. La biografía americana (Madrid, 2019) el amor se encuentra y  se desencuentra en la dialéctica erótica representada por una mujer idealizada, una gran señora inaccesible y una mujer terrenal, capaz  de brindar el amor carnal que la primera evita, de tal modo que la “particular elección de objeto en el hombre” freudiano se cumple.  Michele Puccini, el hermano del célebre Giacomo Puccini, ama a Fidelia, la mujer prohibida por su alta posición y porque está casada. Michele desea a Fidelia pero ella lo rechaza pues responde a su papel de esposa fiel.  Michele, entonces, encontrará el goce con una mujer de la servidumbre,  la hermosa América quien es capaz de ofrendarlo todo por él. América es mestiza y bella, generosa, valiente y dispuesta a cumplir con el mandato del amor: todo lo deja, todo lo sacrifica en aras del amor por Michele Puccini. La pasión entre América y Michele se enmarca en medio de las cigarras y el  calor de la Laguna de Yala, en Jujuy, y la huida de ambos es una peripecia que rememora las patriadas gauchas y las guerras por la independencia en medio de de la Quebrada de Humahuaca  y de Bolivia. La herencia de Puccini se encuentra en esos lugares andinos, en Yavi o Huacalera, en alguna ciudad boliviana donde, posiblemente, hayan quedado descendientes de Michele Puccini, que seguirá vivo en la “Marcha del Ferrocarril” que compusiera para el Senador Pérez de Jujuy cuando inauguró el ferrocarril para unir el noroeste del país con Buenos Aires, y en el recuerdo de su duelo, un duelo por amor en un escenario sudamericano, con magnolias silvestres, ceibos  y yuchanes.

Por cierto, en Eva Perón, alumna de Nervo, la “otra” mujer se representa con tensión dramática: Evita, la luchadora por los desposeídos,  y Eva Perón, la primera dama. En diálogos y desdoblamientos constantes se enfrentan estas dos mujeres: la militante, la sin apellido, la que sacrifica su cuerpo hasta el martirio, la que recordarán los trabajadores y la “otra”, la emblemática Eva Perón de los actos oficiales, las reuniones y los viajes.

LO FEMENINO. LA MADRE.

Julia Kristeva señala la impronta del amor maternal de Sido, la madre de Colette, en su escritura: Sido y las lecturas de Balzac.  En el caso de Bellone, la figura materna aparece en todas sus novelas. En Augustus es una “Medea amorosa” que protege a las niñas casi gemelas. En Fragmentos de siglo es la escritora ciega Hélène , reminiscencia de la Hélèna de Ronsard, la dama amada y reverenciada por Ismael, el gran profesor que inicia a las y los jóvenes en la lectura de clásicos y modernos y que deberá exiliarse (este personaje reaparecerá en El libro de Letizia. Novela de Capri  con su nombre real: Carlos Giordano), en Las viñas del amor, la madre es la hermosa  mujer que reprende a la niña Sara por relacionarse con Amintas, a través de una relación especular que alude al amor infantil, pues Amintas es una niña-muchachito, una especie de espíritu de la montaña, una pastorcita calchaquí que atrae a la pequeña narradora y protagonista de la historia.

En Eva Perón, alumna de Nervo (2010), novela publicada por el Congreso de la Nación Argentina en su Colección Bicentenario y que fuera declarada de Interés Nacional por la Cámara de Diputados de la Nación en 2014 y editada en Italia con el título de Eva Perón, allieva di Nervo  en 2014,  la imagen de la  madre de Evita, doña Juana Ibarguren se sitúan en un lugar de reverencia y amor, en medio de un mundo femenino formado por las hermanas, las amigas y compañeras que comparten los juegos, las rondas, las canciones, las películas, los poemas de la infancia y la adolescencia de la futura esposa de Perón. Mundo de mujeres, como señala el crítico francés Claude Cymerman respecto de la novela Augustus a la que relaciona con el encierro de Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca.

El mundo femenino asfixiante aparece también en la obra de teatro…y sonaba el minué (2010), en donde se plantean las coordenadas de los confines provincianos como señala Mira Yáñez.

La maternidad configura los perfiles de las protagonistas de la saga Cerio a la que ya nos referimos y que reúne dos nouvelles que se sitúan entre la biografía y la ficción: En busca de Elena y El libro de Letizia. Novela de Capri. Esas protagonistas son  Elena Hosmann, la célebre fotógrafa argentina casada con Edwin Cerio de Capri y su hija Letizia Cerio de Álvarez de Toledo, gran artista y amiga de Jorge Luis Borges. Letizia es una figura emblemática de la isla del Tirreno. En ese ámbito cuasi griego, en medio de los farallones que evocan  Odiseo y a las grandes personalidades de la literatura, el cine y el arte, la madre y la hija caminan sus historias y sueños en un más allá que entronca con la poesía.  La novela se cierra con un epílogo donde dialogan  Elena y Letizia, en un encuentro-sueño en el lugar de los deseos y los recuerdos, un lugar sin tiempo donde se evoca a Rubén Darío y, de manera central,  al célebre poema “Meciendo”, la canción de cuna de Gabriela Mistral, verdadera ofrenda al amor maternal de la poeta chilena, luchadora inquebrantable por los derechos de las mujeres y precursora de los movimientos feministas.

Poemas, novelas, cuentos de Liliana Bellone han sido dedicados a su madre, en especial la novela Fragmentos de siglo, publicada en 1999, al año de que falleciera María del Huerto Centeno de Bellone, un texto donde la figura materna alcanza un lugar de belleza y sublimación incomparables. En algunas entrevistas, Bellone contó que mientras ella escribía ese libro, leía En busca del tiempo perdido de Marcel Proust en los volúmenes que su madre le iba regalando.

LAS MUJERES EMANCIPADAS.

Mundos de mujeres, cerrados y asfixiantes es una constante en toda la producción de Liliana Bellone, tanto en poesía, como en narrativa y teatro. El poema de Retorno (1979) “Mujeres de Argel en su casa” se inspira en el célebre cuadro de Delacroix y es metáfora del encierro y a la vez de la sensualidad femeninas.  La libertad y emancipación, la elección del objeto amoroso, se tornan imposibles para las protagonistas de Augustus; pero en el caso de Fragmentos de siglo, las jóvenes estudiantes de los 70 adhieren a un nuevo status femenino: son capaces de gozar y elegir las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Ana y Sylvia reniegan de las normas familiares. Lo mismo ocurre con Artesana y Vicky, mujeres  dispuestas a luchar por su lugar, independientes y a menuda contestatarias.

Estos personajes femeninos ficcionalizan la realidad de las militantes de los 70 que sufrieron la  persecución, la cárcel, la muerte y el exilio.

En esa dirección de personajes determinados por la historia, encontramos, por supuesto, a Eva Perón, protagonista de la novela Eva Perón, alumma de Nervo (Buenos  Aires, 2010), traducida por Saúl Forte y editada en Italia como Eva Perón Allieva de Nervo en 2014. Evita es la heroica y luchadora líder política que situará los derechos de las mujeres como prioridad durante los gobiernos justicialistas en la Argentina (1946-1955), que terminaron con el terrible golpe militar de septiembre de 1955 llevado adelante por siniestros militares de la derecha conservadora.

Tampoco responden al estereotipo convencional y de educación burguesa, las periodistas que investigan el feminicidio de las jóvenes francesas en Dafne y el crimen de la montaña (2019), por el contrario, los acontecimientos le muestran la oscura fisonomía de una sociedad patriarcal y conservadora, en la que las relaciones parecen estar congeladas en los tiempos de la colonia. Amos y criados, señoras y siervas en un entramado que mantiene un orden jerárquico que evoca las épocas virreinales donde las mujeres y los criados aparecen como sujetos subalternos, reprimidos e invisibilizados.

Elena Hosmann y Letizia Álvarez de Toledo se constituyen  en la saga Cerio, entre la historia, la biografía, la crítica literaria y la ficción como mujeres emancipadas, dueñas de sus destinos, artistas y protectoras del arte y la cultura. Hijas de siglo  XX, no vacilarán en elegir sus caminos individuales, sin aceptar imposiciones.  Elena Hosmann, fotógrafa, estudiosa de la geografía y la cultura andinas, adhiere al naciente feminismo europeo, su hija Letizia Álvarez de Toledo será la mentora de aquella Capri  de vanguardia y arte que conocieron cineastas, escritores, diseñadores, músicos, artistas de mediados del siglo pasado.

 TEATRO, CINE, CIRCO, MÁSCARAS.

Lo teatral es notable en toda la narrativa de Bellone, desde El rey de los pájaros (1992) con cuentos como “El circo”, donde se advierte cierta atmósfera siniestra a través de las Parcas portadoras de la muerte. Lo mismo ocurre en Augustus y en Las viñas del amor, novelas en las cuales es muy importante el recuerdo de la llegada de los circos a los pueblos pero siempre con una carga de enigma y tragedia. Los disfraces, las máscaras (es muy significativo el viaje a Venecia de los personajes de Fragmentos de siglo), el cine (en especial en Eva Perón, alumna de Nervo), son recurrentes en el mundo novelesco de Bellone, que se acerca, también, en este aspecto, a la obra de Colette.

LO PROVINCIANO Y LO COSMOPOLITA. BALZAC Y PROUST.                                                                    

Kristeva  señala el origen provinciano y campesino de Colette:

El estilo (de Colette) fusiona sus raíces rurales y su acento de Borgoña, aligerándolos al mismo tiempo en una alquimia que aun hoy nos resulta misteriosa. (Kristeva, Julia, El genio femenino. 3. Colette,  Buenos Aires, Paidós, 2013, p.15).

Los personajes femeninos de las novelas y relatos de Liliana Bellone son, a menudo, niñas y mujeres provincianas, como su autora, que permanecen en los pueblos o en las ciudades del interior ( Augustus),  o que arriban a las grandes ciudades cosmopolitas como Eva Perón a Buenos Aires o Ana, la narradora-personaje de Fragmentos de siglo, quien llegará exiliada a Paris, la ciudad que representa sus sueños literarios, su travesía de lecturas. Ana encontrará allí las tumbas de Balzac y Proust. Y, fantasmal,  la tumba de un personaje literario: Le Père Goriot . Caminará por las calles de París, contará a su amiga Sylvia, quien ha permanecido en la provincia que las vio nacer, en la Argentina,  sus experiencias en la Ciudad Luz y, junto al poeta Paul, recorrerá el Cimetière du Père-Lachaise, el lugar de sus “héroes”:

Con Paul, siempre visitábamos el refugio de Abelardo y Eloísa, de Vigny, de Chopin, de Rossini, de Musset, de Oscar Wilde, de Apollinaire, de Edith Piaf, de Delacroix, de Balzac y por fin, durante largos minutos, tomados de las manos, de Proust. (Ob.cit. p. 24).

Ana recorrerá los itinerarios proustianos y se encontrará con los personajes de En busca del tiempo perdido,  en el espacio de la ensoñación.

Dice Mirta Yáñez:

Liliana Bellone es, pues, de otro modo argentina, que es decir nacida y criada en las provincias del Norte, en Salta, sitio alejado-por más razones que las extensiones territoriales de los deslumbrantes oropeles de la capital (Buenos Aires) que quisiera ser París. (Revista Casa de las Américas, citada).

En la saga Cerio, Elena encontrará su clave de existencia en el pasado andino y americano; Letizia, su hija, en la bella Capri,  en esa Italia que será representativa de un lugar en el mundo, en especial para el profesor Carlos Giordano que abandonó su país a causa de la persecución política.  Capri será el centro del  universo, el Aleph borgeano, el lugar donde se guarda “el libro de arena”.

En Colette, las lecturas, determinadas por los gustos maternos, siempre estarán entre Balzac y  Marcel  Proust con quien la escritora francesa se relacionará en París y con quien mantendrá una rica y fraternal amistad. Las lecturas de Isabel Clara Eugenia y Elena Campassi transitan por Balzac, por su Eugenia Grandet:

Afuera el viento tuerce las ramas secas por la helada. Me acerco y miro. Estás leyendo Eugenia Grandet. Te miro: vos sos Eugenia Grandet.  (Ob. Cit., p. 16).

Hay una fecha recurrente en las novelas de Bellone; 18 de agosto, día emblemático, ya que rememora el fallecimiento de Honoré de Balzac en París y el día de Santa Elena. Las hermanas Campassi  nacen un 18 de agosto, aman a Balzac, y, la famosa Elena Hosmann, la protagonista de En busca de Elena también nace un 18 de agosto.  Agosto, el viento, Campo Santo en la Argentina y Capri en Italia, agosto, el mes de la erupción de Vesubio, mes del emperador Augustus, donde se aúnan también otros personajes evocados como Malva Marina Reyes, hija de Pablo Neruda, nacida un 18 de agosto y la escritora italiana Elsa Morante, recordada por Letizia Álvarez de Toledo en El libro de Letizia. Novela de Capri.

Las reminiscencias de la literatura francesa son notables en Las viñas del amor. Los personajes poseen nombres de las novelas de caballerías y de las novelas románticas. Hay nombres tomados de En busca del tiempo perdido (Narpois, Palamades).  En un segundo momento, los hermanos y hermanas de la familia de hacendados bodegueros de los Valles Calchaquis se enamoran de visitantes ingleses y, finalmente, llegan norteamericanos, algunos aventureros como Jones, en una progresión que marca la dependencia cultural argentina con Francia, Inglaterra y finalmente con los Estados Unidos. Sin embargo, en los recuerdos, los  nombres, en la memoria colectiva surge la América Profunda, entre indígena y española y es la que determina el desenlace de la novela, esa  Abya Yala de pastores indígenas, en un marco de costumbres hispánicas y criollas.

MUNDOS NOVELESCO. BALZAC.

Liliana  Bellone construye conscientemente un mundo novelesco donde los nombres de los personajes y las historias se entrecruzan, continúan, se evocan, a la manera de Balzac: personajes de Augustus aparecen en Las viñas del amor o en Puccini. La biografía americana o en sus cuentos. Y avanza más, al punto de incluir en su narrativa a personajes ficticios de otras novelas como ocurre con Pietro Crespi de Cien años de soledad de Gabriel García  Márquez en Puccini. La biografía americana. La escritura navega así en el gran hipertexto cultural.

 

¿POR QUÉ COLETTE EN LA ESCRITURA DE BELLONE?                          

¿Cuál  es el derrotero literario que imbrica, entrecruza los textos de Colette, su feminismo y su espíritu bucólico con los textos de Liliana Bellone? Se podría hablar de lo fantasmático,  ese  espacio límite entre lo que se es y lo que se cree ser, entre lo imaginario, los simbólico y lo real, según Jacques Lacan. Quizás esta instancia explicaría el entrecruzamiento de estos  dos mundos narrativos. Gran lectora de Marguerite Yourcenar, Bellone ha  buscado y tal vez encontrado en la genealogía de sus abuelos europeos algo que atisbó en su niñez y juventud, ese lugar que es un lugar construido al margen del tiempo como enseña la escritora belga.  Quizás también esos hilos literarios y fantasmáticos le llegaron por las lecturas de Balzac y Proust, leídos y releídos por Colette, de modo tal que los dos grandes maestros de la novela acercaron la escritura de una novelista latinoamericana, que nació y se crió en una provincia del interior de la Argentina,  lejos de los “oropeles” de Buenos Aires como señala Mirta Yáñez, a la célebre Colette,  la extraordinaria escritora que murió en Paris con todos los honores pero que siempre describió, porque de allí partió, su aldea de Borgoña.  Rizoma, palimpsesto, hilos invisibles y a veces no tan invisibles que permiten el tejido de la literatura…

Por María Verónica Gutiérrez

Licenciada en Letras. Facultad de Humanidades. Universidad  Nacional de Salta. Argentina

 

El Perfil de la autora:

Liliana Bellone (editorialverbum.es)

 

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