Publio Virgilio Marón (Andes, Mantua, 70 a. C. – Bríndisi, 19 a. C.) Aunque hijo de padres modestos, estudió retórica y lengua y filosofía griegas en Cremona, Milán, Roma y Nápoles. Si bien no intervino de modo directo en la vida política, desde muy pronto Virgilio disfrutó del apoyo de mecenas y amigos, como Cayo Mecenas, el poeta Horacio e incluso Octavio (el futuro emperador Augusto), en parte propiciado por el éxito de su primera obra mayor, las Bucólicas, en las que desarrolla muchos temas de la tradición pastoril, tomados sobre todo de los Idilios de Teócrito, aunque introdujo numerosas alusiones a personajes y situaciones de su época. Incitado por sus protectores, escribió las Geórgicas, en apoyo de la política imperial de relanzar la agricultura en Italia; en las Geórgicas, Virgilio recrea la belleza de la vida campesina y sus distintos aspectos: labranza, ganadería y apicultura. La vertiente pública de la poesía de Virgilio llegó a su cima cuando afrontó la tarea de escribir un ambicioso poema patriótico a imagen de las grandes epopeyas de Homero: La Eneida, que debía cantar las virtudes del pueblo romano y cimentar una mitología propia para la nación. Para ello escogió la conocida figura legendaria del héroe troyano Eneas. Durante otros doce años trabajó en la composición de esta obra maestra, un poema épico compuesto de doce cantos que toma el nombre de su protagonista. Se atribuye asimismo a Virgilio la composición de un conjunto de obras menores de carácter épico, elegíaco y didáctico, conocido como el Appendix vergiliana, que quizás podrían ser obras de juventud, aunque no está bien dilucidada su autoría. El renombre de que gozó fue enorme no sólo en su época, sino a lo largo de toda la Edad Media, que le consideró como un cristiano anticipado; incluso se llegó a ver en una de sus Bucólicas una profecía de la llegada de Jesucristo. En La Divina Comedia, Dante lo convirtió en su guía a través del Infierno y el Purgatorio, y lo consideró su maestro.

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