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Dimensiones | N/D |
Formato: | papel, pdf |
El hijo del león de Damasco
176 páginas
La lucha, dura y tenaz, se prolongaba desde hacía más de media hora, entre abundancia de humo y estruendo, pero sin notables resultados prácticos, ya que el movimiento que los remos obligaban a dar a la nave tornaba difícil la puntería. De haber soplado viento, la cosa habría variado y en los dos veleros se habrían podido apreciar daños, ya que los turcos contaban en aquella época con magníficos artilleros que podían enfrentarse sin desventaja con los de la República de Venecia.
La gran historia naval, la más gigantesca librada en el mundo, no tuvo ninguna eficacia, a causa de los secretos designios de Felipe II, que no quería que Venecia reconquistase su antiguo poderío y su pasado esplendor. Los aliados, en vez de aprovecharse del terror de los musulmanes y de la destrucción de su soberbia flota para correr a la reconquista de Chipre y a la liberación de Candía, se enfrascaron en mezquinas rivalidades, y se volvieron, no obstante los esfuerzos desesperados de Sebastián Veniero, sin haber intentado nada. La desgraciada República hallóse, pues, otra vez sola para pelear contra el turco.
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176 páginas
La lucha, dura y tenaz, se prolongaba desde hacía más de media hora, entre abundancia de humo y estruendo, pero sin notables resultados prácticos, ya que el movimiento que los remos obligaban a dar a la nave tornaba difícil la puntería. De haber soplado viento, la cosa habría variado y en los dos veleros se habrían podido apreciar daños, ya que los turcos contaban en aquella época con magníficos artilleros que podían enfrentarse sin desventaja con los de la República de Venecia.
La gran historia naval, la más gigantesca librada en el mundo, no tuvo ninguna eficacia, a causa de los secretos designios de Felipe II, que no quería que Venecia reconquistase su antiguo poderío y su pasado esplendor. Los aliados, en vez de aprovecharse del terror de los musulmanes y de la destrucción de su soberbia flota para correr a la reconquista de Chipre y a la liberación de Candía, se enfrascaron en mezquinas rivalidades, y se volvieron, no obstante los esfuerzos desesperados de Sebastián Veniero, sin haber intentado nada. La desgraciada República hallóse, pues, otra vez sola para pelear contra el turco.
El hijo del león de Damasco
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