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Peso | N/D |
---|---|
Dimensiones | N/D |
Formatos | Digital, Papel |
Asesinos de instituto
250 páginas
Cojamos un país, el nuestro, y un tiempo, el cambio de siglo, para no ir tan lejos. Es entonces cuando se producen una serie de casos que llevan a la inspectora Ángela Cienfuegos a viajar hasta lo más profundo de la condición humana. La raíz del mal anida también en los adolescentes y desgraciadamente va produciendo masacres cada cierto tiempo, cuando menos se espera: Columbine, Oregón, Chihuaha. Tanto se implica en su viaje al infierno que no puede evitar que le estalle una bomba entre las manos. ¿Se libra? El lector asistirá, página a página, al montaje de esa bomba de relojería que anida en el sujeto y palpita en los bajos de nuestra misma comunidad: el enemigo puede vivir tan cerca que sea incluso nuestro “ser más querido”. ¿Qué sociedad es esta que engendra monstruos en nuestra propia camada? El penúltimo lo vimos en Cataluña, marzo del 2015, el último nadie sabe desde donde acecha porque el caldo de cultivo del que se alimenta sigue siendo el mismo que el de aquel inquietante cambio de siglo. Nuestro país solo es una raíz del gran árbol del bien y del mal, para no ir tan lejos.
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Cojamos un país, el nuestro, y un tiempo, el cambio de siglo, para no ir tan lejos. Es entonces cuando se producen una serie de casos que llevan a la inspectora Ángela Cienfuegos a viajar hasta lo más profundo de la condición humana. La raíz del mal anida también en los adolescentes y desgraciadamente va produciendo masacres cada cierto tiempo, cuando menos se espera: Columbine, Oregón, Chihuaha. Tanto se implica en su viaje al infierno que no puede evitar que le estalle una bomba entre las manos. ¿Se libra? El lector asistirá, página a página, al montaje de esa bomba de relojería que anida en el sujeto y palpita en los bajos de nuestra misma comunidad: el enemigo puede vivir tan cerca que sea incluso nuestro “ser más querido”. ¿Qué sociedad es esta que engendra monstruos en nuestra propia camada? El penúltimo lo vimos en Cataluña, marzo del 2015, el último nadie sabe desde donde acecha porque el caldo de cultivo del que se alimenta sigue siendo el mismo que el de aquel inquietante cambio de siglo. Nuestro país solo es una raíz del gran árbol del bien y del mal, para no ir tan lejos.
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