Comenzó la carrera eclesiástica y en 1822 entró al servicio del nuncio apostólico Santiago Giustiniani y marchó a Italia, pero en 1823 se alistó en el ejército del duque de Angulema. Fue apresado en Talavera y encarcelado. Tuvo que exiliarse en Italia, donde se inició en los estudios arqueológicos de la mano del arqueólogo italiano Antonio Nibby (1792-1839). De vuelta a España, obtuvo, el 2 de septiembre de 1826, el título de profesor de primera enseñanza y en 1829, el título de profesor de lengua francesa e italiana. El 2 de diciembre de 1833 ingresó como escribiente de la Biblioteca Real y dos años después fue nombrado anticuario de este establecimiento por Joaquín María Patiño, aunque, no obstante, entre 1836 y 1838 fue comisionado para la recogida e inventario de los libros de los conventos suprimidos de Madrid y Toledo, la Biblioteca de Cortes y la Biblioteca de Luis Salazar y Castro. También se dedicó en estos años, aunque con escasa fortuna, a la literatura y publicó varias novelas moralizantes, Carlota Creyston (1829), Elmours y Matilde (1829) y Enrique y Sinforosa (1830-1831), o históricas, El caballero de Madrid (1836), y algunas otras de menor importancia, además de algunos dramas, e incluso una zarzuela, que fueron representados. También fue editor literario de las obras de Quevedo que se publicaron entre 1841 y 1851, y que pronto quedaron superadas por la edición y estudios de Aureliano Fernández- Guerra.

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