Haim Nagid nació en Rumanía, creció en Jerusalén, y vivió gran parte de su vida en Holón, especie de ciudad dormitorio o suburbio de Tel Aviv. Su poesía ha recibido la influencia de dos fuentes: la vida en Holón y las vivencias de su temprana infancia. A lo largo de su historia la poesía hebrea ha situado a Jerusalén en su centro, y la poesía moderna en hebreo ha hecho lo propio con Tel Aviv y con las guerras de Israel. La obra poética de Nagid, en cam­bio, ha puesto el foco en la periferia no-heroica de las ciudades satélites que rodean a la gran metrópoli, mientras que su propia experiencia personal se ha nutrido de acontecimientos ocurridos en su infancia: la separación de su madre –fallecida en Bucarest cuando el poeta tenía cinco años– y la inmigración a Israel junto a su padre. No sorprende, pues, que su poesía gire en torno a un eje temático que incluye la paternidad, los traslados y la inmigración, la separación, la muerte y la memoria. Es evidente que la muerte le obsede –le espanta y fascina al mismo tiempo. De sus poemas po­demos aprender acerca de la muerte de su madre, las dificultades que debió atravesar a la luz de este evento decisivo, la relación con su padre, su concepción de la muerte e incluso del más allá. Todo esto emerge en forma directa, aunque simultáneamente también lo hace de modo complejo a partir de las experiencias de su vida. La poesía autobiográfica de Nagid –la cual permite que nos aso­memos al mundo interior del poeta, así como a sus vivencias tem­pranas y tardías –es honesta y valiente, de manera que es imposible permanecer indiferente ante ella. También el estilo de su poesía es peculiar y suscita curiosidad. La apertura y honestidad de la obra de Nagid está envuelta en un aura de suave ironía tragicómica. Sus descripciones de una realidad 10 dolorosa, caótica, incierta, son muy concretas y están enmarcadas dentro de las limitaciones formales de una poesía cuya rima y rit­mo son cuasi clásicos. Su libro Siur be-ezor asur[Paseo en la zona prohibida] está compuesto de 88 sonetos que cumplen con las re­glas de rima y ritmo convencionales, suscitando así una sensación de estructuración del dolor, de que éste ha sido demarcado con límites claros. La ironía tragicómica que distingue a esta escritura en su abordaje de temas sencillos y complejos conjuntamente, pro­duce diversión aunque también conmueve y estremece. A este es­tilo debe añadirse la riqueza verbal, el uso de un lenguaje (hebreo) elevado, sofisticado pero no pedante, y suficientemente claro, el cual permite descubrir en cada nueva lectura niveles adicionales de la obra. Asimismo, el hecho de haber crecido en un ambiente religioso le ha permitido a Nagid insertar en sus poemas conceptos y motivos bíblicos, dando origen así a una novedosa e interesante dimensión de su obra.

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