Diálogo con la novelista Gloria Macher

La catedrática del departamento de lingüística de la Universidad de Concordia, Lady Rojas Benavente, entrevista a Gloria Macher sobre su primera novela; «Las arterias de Don Fernando».

L.R.B: Cada novela es un universo poblado de personajes, insertos en espacios-tiempos, tramas socio-culturales y estilo narrativo que permiten a los lectores descubrir las historias personales con h minúscula y la otra Historia nacional. En tu obra prima Las arterias de don Fernando (Lima: Carpe Diem, 2013) nos revelas la existencia precaria de Efraín Gonzáles Cajacay, un indígena pastor puyanense que menosprecia su identidad andina, el cosmos de Amashca, la familia que lo alimenta y la comunidad que lo rodea en el norte del Perú. Me parece que apuntas desde el “Preludio” al auto-racismo del serrano que empujará al protagonista a desprenderse fácilmente del “barro” o “la costra milenaria” que lo ensucia para convertirse en “esos grandes personajes de la historia a quienes admiraba, y que, por las buenas o las malas, llegaron a ser ricos y poderosos.” ¿Quiénes constituyen sus modelos?

 

G.M: El menosprecio de Efraín Gonzáles Cajacay hacia su identidad andina refleja el descomunal desespero del ser oprimido, dispuesto a negar hasta sus orígenes. En vez de luchar con o para sus semejantes, Efraín opta por liberarse solo y decide perpetuar el proceso histórico de descalificación de su identidad por la clase dominante, valorizando e imitando las pautas culturales del opresor. El inmenso deseo de fama y poder es una mezcla de querer recuperar el poder perdido de su etnia pero dentro del molde de la etnia dominante. Sus modelos remontan a la historia de la ciudad donde nació. Sabe que pertenece a una etnia con un gran pasado. Que fue en la ciudad de Huaraz, en el departamento de Ancash, precisamente en el Valle del Santa donde se desarrolló la cultura pre inca Chavín, la cual ejerció una gran influencia artística y religiosa en otras culturas de la época. Que después de caer en las manos del gobierno inca, el valle fue anexado al Imperio por el Inca Pachacutec y reconocido como centro minero de gran importancia. También sabe que durante la conquista español, la fama de las vetas de plata de la región instigó sangrientos combates entre los conquistadores y la población india que resultaron en la dominación total de la población indígena, reducidos a vivir en misiones jesuíticas, apartados del poder y disminuidos como pueblo, sin vida cultural, económica y artística. Ya durante la independencia del Perú, la ciudad abasteció al ejército libertador de Simón Bolivar ganándose el apelativo emblemático de «La muy noble y generosa ciudad de Huaraz». Sin embargo, aun con la independencia del Perú la presencia del andino autóctono continuó por muchas décadas en la sombra. Efraín decide que esto no será su destino. Infelizmente lo hace desde una perspectiva desesperadamente egocéntrica y racista.

 

L.R.B: En siete capítulos trazas el retrato de un personaje despreciable que planifica paso a paso una ascensión social, familiar y económica fulgurante en base al robo del tesoro de su “tía Carlota” que lo lleva a Huaraz, lo hace vivir, le paga los estudios universitarios en Administración de Empresas y le consolida un futuro. ¿De dónde proviene la indolencia que lo caracteriza frente a una mujer que le da las posibilidades para avanzar en la vida?

 

G.M: Efraín es producto de su historia, tanto de la de su patria como familiar, y de las relaciones de poder que ha ido identificando en ella. Sin duda, que desde niño ya presentía cantando la estrofa del himno nacional en su escuela, todos los días, “…la indolencia de esclavo sacude, la humillada cerviz levantó…” que la indolencia sirvió para dominar el imperio Inca. A esto podemos también agregar la concepción que debía haber desarrollado sobre el rol tradicional de la mujer en las zonas rurales. Siendo pilares de la seguridad alimentaria, pero sin ninguna participación en la toma de decisiones, la mujer representa alguien de vulnerable, a quien no debemos temer tanto. Si bien siempre quiso a su tía Carlota, fue capaz de justificar su acción posiblemente porque robaba a una mujer.

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L.R.B: Sabes que Morbus Aureus, la novela publicada en 1918 por Angélica Palma que la escribió bajo el seudónimo de Marianela, explora como la tuya la enfermedad de la riqueza y único sentido en su vida que empuja al personaje Alfredo Borja al suicidio, sin haber conseguido ningún afecto duradero ni placer. Confiesa para justificarse, «a mí no me criaron para hombre, sino para rico» (264). Si comparamos guardando la distancia con las épocas diferentes, podríamos decir que a tu personaje Efraín sí lo criaron en la década de los 70 para ser hombre de bien, sin embargo en el proceso de hacerse rico se corrompe totalmente, ¿Estás de acuerdo y por qué?

 

G.M: El hecho que la historia comience en los años 70 es significativo. Fue un momento importante en la historia del Perú puesto que trajo consigo la reforma agraria y una posibilidad de movilización social nunca vista antes. Además de su profundo desespero por ser parte de una minoría históricamente aplastada, Efraín siente una gran frustración al ver que dentro de tantos cambios estructurales en el país y la promesa de una vida mejor, no consigue empleo. Es verdad que ciertos eventos económicos van a encuadrar y favorecer la adquisición de su imperio, como la venta de cementeras en 1974 por el gobierno peruano y la recesión de 1970 que golpeó duramente la industria cementera inglesa, pero en el fondo es su ambición desmesurada la que dicta su vida. En este punto se acerca del personaje Alfredo Borja de Angélica Palma cuando dice que lo importante no es su humanidad pero si su riqueza. Contrariamente a Alfredo Borja, Efraín, víctima de su obsesión por aniquilar su pobreza, continúa a vivir cargando el peso de su consciencia y sus actos.

 

L.R.B: A principios de este 2013 despidieron a un periodista del diario Expreso que escribió, «serrano nunca bueno, si bueno nunca perfecto y si perfecto siempre serrano» y el ex presidente Alejandro Toledo se indignó sosteniendo en su carta pública, «En un mundo abierto, global y democrático, como el que nuestro país construye, no debe existir espacio para el racismo o la intolerancia étnica. Toda conducta xenófoba debe ser erradicada desde su raíz por retrógrada, anticívica y dañina a la conciencia nacional.»[1] En la historia que cuentas, tanto Efraín como la sociedad limeña donde se mueve son radical y endémicamente racistas. ¿Cómo explicas que el Perú siga alimentando prejuicios étnicos que dividen a la población hasta el día de ahora, siendo un mundo tan pluriétnico compuesto de tantos grupos humanos?

 

G.M: Históricamente en el Perú, desde la época de la conquista, ha habido una valoración negativa hacia lo andino y una sobre identificación con lo blanco y occidental. Esto sin duda se basaba en la comparación entre cuál de los grupos poseía más poder económico y social sin integrar en la ecuación quienes habían utilizado más armas de guerra para aplastar al otro. De hecho que estos criterios no tenían en cuenta dimensiones históricas propias al país y la tendencia ha sido de mantener estas generalizaciones y estereotipos, creando percepciones sociales que no son otra cosa que un racismo puro y degradante. Es verdad que los años 70 trajo consigo una movilización social nunca vista en el país y que actualmente el poder está menos definido por la etnia. Sin embargo, en los medios de comunicación, vemos todavía la presencia constante del blanco europeo, asumiendo que las únicas personas atractivas o con éxito son las personas de rasgos blancos y rubios lo cual es minoritario en nuestro país. Creo que es necesario imponer un marco legal sobre la representación del andino en los ámbitos de la publicidad, emitir y hacer respectar ordenanzas contra la discriminación, generar una mayor consciencia y promover condiciones de igualdad entre los ciudadanos. Es hora que este legado colonial termine del todo y que comencemos a valorizar nuestra diversidad.

 

L.R.B: Inclusive el poeta afro-peruano Nicomedes Santa Cruz advirtió en uno de sus poemas conocidos, una especie de llamado nacional y político, “Pero por lo que Dios más quiera,/ ¡no me den cholo que MANDE!” considerando el poder abusivo que algunos peruanos ejercían. ¿Qué piensas al respecto?

 

G.M: “No me den cholo que mande, no me den blanco sin plata, no me den negro elegante”…Creo que esta décima irónica de este magnífico poeta afro-peruano Nicomedes Santa Cruz, refleja de manera inversa no sólo los estereotipos raciales que existen en el Perú pero el miedo al cambio del statu quo. Lo importante no es que haya hoy en día más cholos que manden, blancos sin plata y negros elegantes pero que todos tengamos acceso a las mismas condiciones y posibilidades independientemente de nuestro color.

 

L.R.B: Otro aspecto de tu obra que llama la atención es la actitud de la esposa Maricuchi muy tradicional a pesar de tener una formación intelectual, frente a Efraín el marido ausente que la abandona lo mismo a los hijos en momentos clave de su vida común. Solamente al final de los conflictos, cuando el hijo desenmascara al padre, ella toma decisiones personales y familiares. ¿Te parece que las mujeres todavía no tienen el valor de afirmarse al interior de los hogares peruanos?

 

G.M: Creo que para que la afirmación no sólo de la mujer peruana, pero de todas las mujeres del mundo, sobre su sexualidad, maternidad, participación en el mercado del trabajo, entre otros asuntos, sea concreta y sostenible, es necesario un apoyo legal y político. En el Perú, como en muchos lugares, hay mucho por hacer todavía. Por ejemplo, la participación al mercado laboral público de la mujer peruana ha aumentado pero todavía existen diferencias salariales importantes. Existe una nueva ley en 2015 contra el acoso sexual de la mujer en la calle pero por otro lado, el aborto en casos de violación continúa penalizado y sigue prohibida la distribución gratuita de anticonceptivos de emergencia por parte de las instituciones de salud pública. Una sociedad que se pronuncia elocuentemente sobre los derechos de las mujeres ayuda a que estas estructuren una identidad femenina que no sólo las defina como madres y amas de casas pero como trabajadoras responsables del sustento del hogar, capaces de obtener recursos para salir adelante en caso de una separación, divorcio o viudez.

 

L.R.B: Las ideas que la cultura y el conocimiento sirven para encumbrarse en la escala social se encuentran muy presentes en las relaciones de la pareja y en la comunidad. No obstante el alarde que Efraín hace sobre la pintura, música, los museos europeos no reposan en un verdadero aprecio estético. Sirven solamente como escaparate de una vitrina bastante hueca e insegura.

 

G.M: Efraín es un maestro del parecer. Representa un esnobismo hueco en su grado más alto. Su falta de autenticidad y sinceridad hacia la apreciación del arte y la cultura, las cuales sólo utiliza para reproducir el comportamiento de una clase a la que considera superior, muestra una vulnerabilidad patética y huachafa. Esta valorización utilitaria que da a la creación artística, abre también una ventana para cuestionarnos sobre la busca de felicidad dentro de la sociedad de consumo en la que vivimos, dentro de este exceso de bienes que nos rodea y la efémera satisfacción puntual que nos da este consumo.

 

L.R.B: Desde el punto de vista estilístico utilizas una serie de refranes que tienen su contrapartida en otros que los invalidan. Por ejemplo, “Ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón” o “Cría cuervos y te sacarán los ojos.” ¿De qué forma ese lenguaje popular encierra prácticas que parecen milenarias?

 

G.M: Uso refranes para subrayar que las raíces del conocimiento de Efraín provienen de un medio popular. Las metáforas en los refranes que han sido incorporadas en el habla de su esfera familiar sin necesidad de explicación, repetidas millones de veces por sus antepasados, regresan de manera instintiva en su cerebro. Efraín trae consigo los refranes a su nueva vida, supuestamente más sofisticada y mejorada, porque por más que quiera, no puede deshacerse de lo que constituye la fuente primaria de sus conocimientos. Conocimientos populares que han sido validados diariamente durante miles de años.