Teo Serna reseña «Pasión y vida (Antología 1977-2017)», de Joaquín Brotóns

El pintor, escultor y escritor, Teo Serna, reseña la antología de poemas Pasión y Vida (Antología 1977-2017),  del poeta Joaquín Brotóns Peñasco.

Nos llega esta nueva antología de la poesía de Joaquín Brotóns (creo que la número cuatro) como esas plantas que crecen espontáneamente y uno espera ver cada cierto tiempo surgiendo por las grietas de las casas abandonadas o por los rincones secretos de las calles.

Esta antología, recopilada y cocida por Pedro A. González Moreno con cuidado de observador meticuloso, que conforma también un prólogo-análisis esclarecedor, nos da una imagen certera y amplia del recorrido poético de Brotóns, poeta con vocación de malditismo o, al menos, de marginalidad o aislamiento. Claro que, malditismo quizá sea un término demasiado radical, más después del aluvión de ciertas vanguardias que hicieron de esta etiqueta una muletilla más en la que apoyarse. No es éste el caso de Joaquín, que siempre ha optado por la discreción, un tanto autista, en su destierro voluntario.

Siempre dijo Joaquín que vivía en su ciudad-isla; isla como metáfora de alejamiento del mundanal ruido de saraos poético-literarios; como metáfora del corpúsculo (repito) aislado, rodeado de unas aguas no siempre benéficas, que suponen medio a veces amenazante, cuando no directamente agresivo. La ciudad convertida en isla, es decir: en roca incierta, no sabemos si desértica; no sabemos si poblada de caimanes, población indígena, palmerales o plantas carnívoras. Único refugio, en cualquier caso en el que aislarse a pesar de todo; único lenitivo a pesar de todo; único hogar a pesar de todo: a pesar de las goteras, a pesar de la soledad del náufrago.

Naufragio elegido el de Brotóns: naufragio, zozobra lenta, lento hundirse en los sargazos, lento abandonarse al alcohol y a sus paraísos artificiales (pero también, en cierta manera, cargados de conciencia esclarecedora); lento discurrir por las calles desgastadas de tanto pasearlas, de tanto sentirlas en noches de luna llena (satélite, en fin, compañero de noctívagos, poetas, licántropos y amantes).

Es imposible separar la poesía de Brotóns de Brotóns mismo; es imposible entenderla sin conocer a la persona. Pocas veces la unión entre poeta y poesía ha sido tan sincera; pocas veces la vida ha traspasado tanto el arte para acunarse en él. La poesía como consecuencia directa de la experiencia vivida (y no se trata aquí de un poeta de los etiquetados como de la experiencia). Pero… ¿se puede escribir de otra manera que no sea a partir de la experiencia? Claro que la experiencia no siempre ha de estar vivida, aunque sí ha de ser vívida; la experiencia, en cualquier caso, como atanor en el borbollonea la mixtura primigenia del poema (quiero decir de la poesía). No siempre poema y poesía coinciden.

[bctt tweet=»Teo Serna reseña «Pasión y vida (Antología 1977-2017)», de Joaquín Brotóns» username=»EditorialVerbum»]

Así pues, esta Pasión y Vida se nos presenta como un balcón por el que asomarse a una vida; la vida obviamente de Joaquín. La pasión de Joaquín. Y nos llega la vida en retazos de amor y desengaño (no hay el uno sin el otro); nos llega a trazos de deseo, de erotismo insinuado, no siempre consumado; nos llega a través de las máscaras de este carnaval perpetuo que llamamos vida y en el que Joaquín pasea con la conciencia del dipsómano que otea el horizonte desde una soledad dolorosa, sí, pero necesaria para que la contemplación sea el bisturí que abra la saja por la extraer la piedra de la locura cotidiana.

Raro pues en el panorama de la poesía manchega (y por lo tanto universal), Brotóns hace paréntesis largos en su escritura a la espera quizá del estertor cruel o de la rosa perfumada; no se sabe. Raro en su aislamiento, como esos enfermos atacados por bacterias indestructibles, Joaquín vive en su ciudad-isla como en un sueño poblado por fantasmas báquicos de efebos que fueron hermosos; por fantasmas de eróticas tanagras de muchachos que debieron existir en un tiempo en el que los dioses eran tan humanos que hasta se enamoraban de otros dioses y eran capaces de matar por envidia o por lujuria.

Joaquín nos enseña sus entrañas, sus lejanas dudas, sus heridas, hermosas como el sueño, como el recuerdo de aquel atardecer, de aquella luna de antes. Porque antes todo era posible. Hasta el amor era posible.

Teo Serna.

El libro:

 

¿Te ha gustado esta reseña? Déjanos un comentario.