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El logos oscuro: Tragedia, mística y filosofía en María Zambrano. Obra completa

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Jesús Moreno Sanz

1754 páginas

María Zambrano no ha vendido su alma a la Idea, ha protegido su esencia única colocando la experiencia de lo Insoluble por encima de la reflexión sobre ello, ha dado en suma un paso más allá de la filosofía… Para ella, nada es verdad salvo lo que precede o lo que sigue a lo formulado, únicamente el verbo que se hurta a las trabas de la expresión o, como ella misma ha dicho magníficamente, “la palabra liberada del lenguaje” […] Un fuego interior que se oculta, un ardor que se disimula bajo una resignación irónica: todo en María Zambrano desemboca en otra cosa, todo implica un matiz de más allá, todo. […] ¿Quién como María Zambrano, yendo al encuentro de nuestras inquietudes, de nuestras búsquedas, posee el don de dejar caer el vocablo imprevisible y decisivo, la respuesta de prolongaciones sutiles? De ahí que quisiéramos consultarla en los momentos cruciales de una vida, en el umbral de una conversión, de una ruptura, de una traición, en la hora de las últimas confidencias, graves y comprometedoras, para que nos revele y explique a nosotros mismos, para que nos dispense, por así decirlo, una absolución especulativa, y nos reconcilie tanto con nuestras impurezas como con nuestros callejones sin salida y nuestros estupores.

(E. M. Cioran)

Por Francisco José Martín.
Publicado en: www.abc.es/abcd/noticia.asp

Aquí no hay principio, lector, ni puede haberlo, sino una implicación crítica in media res que busca corresponder a la verdad de un libro. No quiere ser un suma y sigue de nada, sino una llamada de atención -resistencia y desvelo- contra la cómoda uniformidad de lo que semanalmente se añade a la inteligencia de un mundo a la deriva. Tampoco una fuga, pues queda declarada la implicación desde ese principio que ni lo es ni lo pretende. Corresponder a la verdad significa acoger un horizonte. No para llegar a él, que no se alcanza lo que sólo se ofrece como límite y promesa, sino para darle hospitalidad en la modestia de una reseña, humilde cobijo donde reponer fuerzas en este caminar suyo a la intemperie y contracorriente. Un exceso que paga con creces de generosidad la ardua responsabilidad de un legado cuya asunción deviene, en su autor, vocación y destino. Porque se trata de eso, de la responsabilidad del legado zambraniano.

Legado. Corresponder a la verdad, decíamos. Palabra mayor donde las haya, esta verdad, aunque hoy en creciente desuso, resto desvencijado de un naufragio cultural que ni siquiera vale ya -o lo parece- para poner tras una vitrina y colocar en un museo. Lector, detrás de este libro hay una vida entregada al amoroso cuidado de un legado. Una vida, por lo demás, que se ha con-formado a ese legado, pues el auténtico cuidado no es algo que puede hacerse en la vida, como parcial ocupación de ella, sino con la vida, con la propia vida toda ella puesta en absoluta disposición de servicio. Hospitalidad y servicio hay en este libro inmenso de Jesús Moreno Sanz.

Léxico démodé, sin duda, este nuestro, sin espacio ni acomodo en estos tiempos que corren de opacas transparencias y repletos vacíos, pero ¿qué mayor correspondencia que la que despliega su semántica? Hablamos de filosofía, claro está, pues María Zambrano es un filósofo -perdón- y un libro sobre su pensamiento y sobre su obra no puede -ni debe ni éste lo pretende- eximirse de la ambición totalizante de la filosofía. Ahora bien, hay aquí, en correspondencia con la verdad insobornable del pensamiento zambraniano, una actitud, un gesto, una disposición y un estilo también insobornables, y, sobre todo, muy distantes de lo que suele ser el proceder habitual de los profesionales de la filosofía. Y la raíz de esta diferencia, que es, en el fondo, diferencia zambraniana, hay que ir a buscarla en esa hospitalidad y en ese servicio puestos al amoroso cuidado del legado.

Modo de vida. Es éste un libro de resistencia. También de desvelo. De indómita resistencia y fiero desvelo. Y busca pares en la lectura, pues sólo en ellos se concede. Don para quienes se hacen merecedores de perder el tiempo, seguros de que así se gana. El tiempo y lo demás. Aquí sólo gana quien pierde y sólo se gana lo que antes se ha perdido. De derrotas y fracasos este libro cuenta varios. El autor se implica en todo ello y con ello acaba confundido. También el lector, si es paciente y el ingenio le acompaña para descubrir el honor que asiste al vencimiento. El final ha de ser inicio. Incipit vita nuova, pues la filosofía es aquí «modo de vida».

No está escrito desde fuera este libro, sino desde dentro del mismo pensamiento zambraniano, desde la «amistad» y la «simpatía», porque lo que su autor ha hecho previamente, como particular camino que llega hasta los umbrales del libro, ha sido apropiarse de ese pensamiento y hacerlo propio. Un camino largo, sembrado de estudios y ediciones que han siglado como pocos otros -aunque no siempre y no por todos reconocidos- el desarrollo de los estudios zambranianos. Pero este libro de ahora, este libro enorme y desmesurado, y no sólo por su magnitud -cuatro volúmenes-, a decir verdad, sino por las consecuencias que ha de tener, aunque muchos se empeñarán en que no las tenga, no es una pieza más de ese camino, sino que, siéndolo también, es, además, un ulterior desarrollo de ese pensamiento que ya va más allá de lo que propiamente Zambrano dejó escrito, édito o inédito que fuere.

Nueva Aurora. Y así, siendo un libro sobre María Zambrano, no es sin más catalogable como bibliografía crítica o secundaria, sino que es un pensamiento que se pone «sobre», y, en consecuencia, se «sobrepone» al amoroso cuidado del legado. Su desvelo acaba desvelando una voz propia, una voz que, situada en la estela de Zambrano, la completa en su fracaso.

Y allí, por si no estaba claro, gana el raro privilegio de una mirada sobre el mundo que viene de vuelta de todos los encantamientos de la modernidad y se coloca frente a tantos ecos de sirena como se oyen en esta postmodernidad nuestra que ha hecho de las escisiones insolubles de antaño un guión con el que entretener la melancolía sin relieves de este tiempo que se va. Resistencia y desvelo que han de fundar una nueva aurora del zambraniano camino del pensar.

Por Clara Janés
Publicado en: www.adamar.org

¿Existiría el mar si no existieran los fondos abisales y la superficie terrestre en que se apoya? ¿Se daría el oleaje sin el agua y su secreto fondo que alberga la fórmula que la constituye? La poderosa obra de María Zambrano se presenta ante los ojos del lector precisamente así, como un piélago ondeante de cuyo remoto asiento apenas se tiene noticia, tan sumergido se halla en las honduras. Ahora, un estudioso que estuvo muy próximo a ella, Jesús Moreno Sanz, movido por su sim-patía, ha dado el arriesgado salto para zambullirse hasta esas regiones que los demás no llegamos siquiera a intuir, e ir localizando y captando los fundamentos. Esto es lo que rescatan los cuatro volúmenes que constituyen El logos oscuro: tragedia, mística y filosofía en María Zambrano. El eje de El hombre y lo divino, los inéditos y los restos de un naufragio. Pero Moreno Sanz, al ir reconstruyendo, desde aquellos puntos de partida, la secreta red cristalina del pensamiento de nuestra filósofa, está, de hecho, ofreciendo un dinámico panorama de la filosofía occidental del siglo XX y sus nexos con Oriente. Se trata de una obra de gran alcance, extremadamente precisa y lúcida, a la que no escapa detalle.

La cercanía y amistad de Jesús Moreno Sanz con la filósofa, que lleva implícitas conversaciones y acceso a inéditos, cartas o libros anotados, no basta para explicar estos volúmenes. Es la misma naturaleza de su autor y su mentalidad abarcadora la que le permite ir creando una trama sutil entre el pensamiento zambraniano y el de otros pensadores. Así, el contenido de su obra se convierte en una danza de rueda que enlaza a modernos y antiguos, desde Empedocles, Platón, Aristóteles, Lao-Tse, Al-Hallâj, Ibn Arabí, Jacob Boehme o Eckhart hasta Hegel, Scheler, Benjamín, Merleau-Ponty, Jaspers, Heidegger, Cioran, Massignon, Jung o Levinas, y por supuesto, Ortega y Nietzsche, y distintos poetas como San Juan de la Cruz o Lezama Lima. Todos ellos son puntos guías para el propósito confeso de Jesús Moreno Sanz: “En definitiva, aquí se cifrará uno de los temas mayores de la posible aportación de Zambrano al pensamiento contemporáneo y sus posibilidades de futuro, que, de momento, sólo cifraré en la reiterada ironía que, como un soniquete zumbón, le lanzaba Lezama a Zambrano: «María, que se te escapa el sujeto.» Hemos de corroborar si se le perdió el sujeto a las penumbrosas razones de la pensadora española, o saca a éste de los reduccionismos conciencialistas e idealistas y lo lleva a un territorio aún inédito donde pueda renacer”.

El tema que marca el norte de la investigación, latente en toda la obra de Zambrano, y cuyo fondo investiga tan a conciencia Moreno Sanz, es su intento de abarcar de modo unitivo religión, filosofía y poesía, aquello que desemboca en la razón poética, y cuyo núcleo se halla en la obra El hombre y lo divino. Es este libro el eje del trabajo y de él se nos dice: “se mueve entre dos polos: el homo absconditus y el Deus absconditus”. Por ello la vía zambraniana, en último término, será mística, ya que la cuestión rebasa a la vía racional, y será abierta y ambigua.

El estudioso se lanza con ímpetu a perseguir su objetivo y, como consecuencia, las páginas que escribe emanan una fuerza especial que se debe, sin duda, a que su propio pensamiento se halla implicado “en esta pesquisa”, pues “en nosotros «algo» muy radical e indomesticado sigue alentando, como si dijésemos con el que tanto recorreremos aquí, Jacob Boehme, que en nosotros Dios mismo resiste”, dice; y añade: “resiste en nosotros, deviene ocurrencialmente y se pliega a nuestra noche.” El impulso de Moreno Sanz es tan fuerte porque existe una necesidad imperiosa: “ir saliendo de esta terrorífica noche nihilista del sinsentido, fuente ella misma de todos los terrores personales y culturales que nos sumen en la barbarie más desconsoladora, en este desierto que crece y crece mientras el hombre está siendo cruelmente sacrificado, oprobiosamente encerrado en diversos campos concentracionarios, como tan desconsoladoramente viera el último maestro de Zambrano, Massignon”. En el fondo, pues, el objeto que pone en marcha todos estos movimientos mentales es el hombre y, ante todo, el hacer frente a su fracaso, la “traición a la palabra” –según Zambrano–, y hallar en el fracaso un destello “que nos concita a proseguir indagando en las raíces de la esperanza.”

Tal vez por este motivo es refiriéndose a Bloch, autor de El principio esperanza (1955), donde Moreno Sanz nos da la clave más abarcadora del amplio panorama que despliega: “pues, para la singular teología atea de Bloch, el secreto del hombre, su misterio, se encuentran en la religión, y su constante penetración en el espacio de la divinidad. Lo humano, dirá él, conquista ahora el misterio de un algo divino. Pues lo totalmente otro no está sino referido a lo humano.” Y prosigue el autor remitiendo también a R.Otto: “lo numinoso, el misterio, no es sino el secreto de lo humano. Así, la religión es la expresión de la más profunda esperanza humana. Es preapariencia de la esencia. Apunta en el sentido esencial del ser, la utopía, y en el sentido radical del hombre: el seréis como Dios bíblico. Y el contraeco de Zambrano hallará aquí la que, desde la Introducción, El hombre y lo divino llama la nueva religión sin Dios, de la religión de lo humano. Y lo humano ascendido así a ocupar el puesto de lo divino”, aunque ello desemboca “en un juego sin escape de fatalidades, sacrificios y crímenes en nombre de los dos dioses oscuros: la historia y el futuro.”

Esta profunda preocupación, y este anhelo de descifrar el binomio hombre-Dios, ambos ocultos, no logra desvelar para la razón el enigma, por ello nuestra filósofa se expresa siguiendo el modo del “corazón”, cuyo origen sitúa Moreno Sanz en “la precisión de los sutiles martillazos de Zambrano por ir tallando la faz del hombre verdadero, que acabará encontrando su mejor modelo en el islamismo, y muy en concreto en el sufismo.” Así podrá escribir también: “todo el pensar de Zambrano se vuelca hacia una doble perspectiva: de un lado, esa doble tradición griega y judeo-cristiana; y de otro, al modo de confrontarlas que es ya el de la razón poética, es decir, esa acepción de la razón que se sumerge en lo “otro”, en la obscuridad –en el logos oscuro–, el abandono, el avasallamiento de aquellas zonas de la vida que no han llegado a ser, y en las que, sin embargo, se encuentran las raíces de la vida del ser”. Se trata de completar ese “ser a medias nacido” –el hombre–, ese ser que barrunta pero no logra descifrar el secreto, la raíz de la vida. ¿Puede haber tema que más nos incumba?

Jesús Moreno Sanz, un ser temerario, no ceja: en estos cuatro volúmenes (casi dos mil páginas) rastrea incesante la espiral que sus hallazgos van conformando. Y no dudamos que todavía seguirá y nos dará otras muchas páginas, abriéndonos los ojos y aclarando recovecos y resquicios que nos permitan ver algo más de luz en los fondos abisales del pensamiento humano.


El logos oscuro: tragedia, mística y filosofía en María Zambrano. Editorial Verbum. Madrid, 2008.
Publicado en el Anuario Filosófico

Dentro de la colección Mayor de la Editorial Verbum, aparece esta obra, que aunque extensa podemos aceptarla como singular y de enorme valor universal. Y que, junto con otros fondos de la misma colección, la podemos considerar como un patrimonio vivo y ejemplar. Dentro de un estilo de edición netamente cultural y de vocación perenne casi olvidado en nuestra lengua.

La obra trata de analizar la razón poética en María Zambrano, interpretada como un logo oscuro en el que confluyen cuestiones trágicas y místicas, con una peculiar manera de analizarlas filosóficamente. Esta sería la razón o explicación misma del título de la obra que nos ocupa. Con ella se pretende cerrar de modo completo toda la obra de María Zambrano, incluyendo diferentes escritos inéditos. Y lo místico entendido como aquel a quien las cosas y no sólo los vivientes dicen lo que suelen callar, y por eso él ha de detallarlo. Y en esa crisis que María Zambrano vivió de cerca en torno a 1939, como crisis cultural, social y política, en suma, desolación humana, resalta la necesidad de la mística, entendida como realización de la vida personal, la mística como el manantial mismo del callar y el silencio de la filosofía. En este momento me vienen al recuerdo una serie de páginas escritas por un eminente hombre actual sobre la elocuencia del silencio.

Pero el autor, en el análisis de la obra completa de María Zambrano, introduce un hilo conductor, como eje de toda la reflexión que es la relación entre el hombre y lo divino, y que la misma María Zambrano consideraba elemento esencial de su filosofía.

Este tratamiento se realiza desde dos perspectivas: de una filosofía experiencial, y de dos momentos históricos, muy trascendentes y claramente diferenciados, de 1946 a 1952, y de 1968 a 1972. Ello permite al autor de esta magnífica obra contextualizar histórica y doxográficamente la filosofía de María Zambrano.

En la relación entre el hombre y lo divino lo que está en juego es la genealogía del logos, como razón y palabra; llegando así a una reflexión trágica entre historia y lenguaje, en la línea de María Zambrano de situar como centro de su reflexión al hombre y su historia y, desde aquí se configura la capacidad de vivir del ser humano, más allá de su solo existir, pues existimos en el absurdo y con mucha angustia. La angustia es garantía de autenticidad.

Desde la soledad humana, y desde el círculo cerrado del hombre, hundido en un camino de soledad sin fisuras, es desde donde María Zambrano sitúa la crucial distinción que realiza el hombre y lo divino entre sagrado, divino y profano. Y eso lo va a realizar desde una concepción antropológica basada en una filosofía de la afectividad.

Ocupando un lugar destacado en esa filosofía de la afectividad aparece la investigación de los sueños, pues es en ellos en donde se comprende, la posibilidad humana de integrarse a sí mismo y conexionarse con todo el universo, es el nombre que utiliza María Zambrano: un hijo del universo, con todas sus consecuencias epistemológicas, éticas y políticas.

Para el autor de esta obra, parece claro que todo este enorme proyecto ha de quedar contextualizado social, intelectual y espiritualmente dentro del S. XX, e incluso acota el periodo desde la segunda guerra mundial hasta la llamada primera guerra del golfo.

Ha sido esta obra, el resultado de un ingente trabajo a lo largo de cuatro años, anotando que la paz en la lucha ha guiado su camino por estas tan intempestivas sendas zambranianas que, dígase rápido, conculcan de la forma más provocadora y de raíz todos nuestros gregarios –cada vez más- modos de vivir y pensar.

El autor manifiesta una enorme ilusión en este espléndido trabajo, pretendiendo proseguir indagando en las raíces de la esperanza, en la posibilidad de abrir un real futuro para la inmensa potencialidad del hombre, pues todavía hay muchas auroras por nacer. En definitiva, el autor pretende, desde la filosofía de María Zambrano, incitarnos a respirar el logos tan oscuro que cada uno llevamos dentro. Desde esa oscuridad tratamos de callar, pensar, esclarecer, sin pretender explicarlo todo, pues en aquellos encuentros con Heidegger alguien exclamó: ¿por qué siempre querer explicarlo todo?, mientras otro apostilló: ¡eso es un error, no queremos explicar, sino comprender!, ahora bien, afirmo yo: aceptar sin comprender es como ahogar las preguntas en la garganta.

Se trata de una obra realizada con una enorme humildad, sin estar sentado en tronos pontificios, pretendiendo salvarse del naufragio de esta nuestra vida en tempestad, no queriendo ser constructor de ataúdes, sino de ilusiones. Es una magnifica ocasión para abandonar con su lectura ese ambiente de tristeza y desesperación que llena los diferentes rincones de nuestra sociedad actual, renunciando a ese denominado suicidio colectivo al que se referían en un triste diálogo Camus y Sastre, cuando el primero le dijo al otro: para Vd. y para mí no existe otra cuestión de fondo que el suicidio.

Madrid, Marzo de 2009
Julián Morales Nava

ISBN: 9788479624453Clasificación: , ,

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El logos oscuro: Tragedia, mística y filosofía en María Zambrano. Obra completa

Desde: 8,00  IVA Inc.

Jesús Moreno Sanz

1754 páginas

María Zambrano no ha vendido su alma a la Idea, ha protegido su esencia única colocando la experiencia de lo Insoluble por encima de la reflexión sobre ello, ha dado en suma un paso más allá de la filosofía… Para ella, nada es verdad salvo lo que precede o lo que sigue a lo formulado, únicamente el verbo que se hurta a las trabas de la expresión o, como ella misma ha dicho magníficamente, “la palabra liberada del lenguaje” […] Un fuego interior que se oculta, un ardor que se disimula bajo una resignación irónica: todo en María Zambrano desemboca en otra cosa, todo implica un matiz de más allá, todo. […] ¿Quién como María Zambrano, yendo al encuentro de nuestras inquietudes, de nuestras búsquedas, posee el don de dejar caer el vocablo imprevisible y decisivo, la respuesta de prolongaciones sutiles? De ahí que quisiéramos consultarla en los momentos cruciales de una vida, en el umbral de una conversión, de una ruptura, de una traición, en la hora de las últimas confidencias, graves y comprometedoras, para que nos revele y explique a nosotros mismos, para que nos dispense, por así decirlo, una absolución especulativa, y nos reconcilie tanto con nuestras impurezas como con nuestros callejones sin salida y nuestros estupores.

(E. M. Cioran)

Por Francisco José Martín.
Publicado en: www.abc.es/abcd/noticia.asp

Aquí no hay principio, lector, ni puede haberlo, sino una implicación crítica in media res que busca corresponder a la verdad de un libro. No quiere ser un suma y sigue de nada, sino una llamada de atención -resistencia y desvelo- contra la cómoda uniformidad de lo que semanalmente se añade a la inteligencia de un mundo a la deriva. Tampoco una fuga, pues queda declarada la implicación desde ese principio que ni lo es ni lo pretende. Corresponder a la verdad significa acoger un horizonte. No para llegar a él, que no se alcanza lo que sólo se ofrece como límite y promesa, sino para darle hospitalidad en la modestia de una reseña, humilde cobijo donde reponer fuerzas en este caminar suyo a la intemperie y contracorriente. Un exceso que paga con creces de generosidad la ardua responsabilidad de un legado cuya asunción deviene, en su autor, vocación y destino. Porque se trata de eso, de la responsabilidad del legado zambraniano.

Legado. Corresponder a la verdad, decíamos. Palabra mayor donde las haya, esta verdad, aunque hoy en creciente desuso, resto desvencijado de un naufragio cultural que ni siquiera vale ya -o lo parece- para poner tras una vitrina y colocar en un museo. Lector, detrás de este libro hay una vida entregada al amoroso cuidado de un legado. Una vida, por lo demás, que se ha con-formado a ese legado, pues el auténtico cuidado no es algo que puede hacerse en la vida, como parcial ocupación de ella, sino con la vida, con la propia vida toda ella puesta en absoluta disposición de servicio. Hospitalidad y servicio hay en este libro inmenso de Jesús Moreno Sanz.

Léxico démodé, sin duda, este nuestro, sin espacio ni acomodo en estos tiempos que corren de opacas transparencias y repletos vacíos, pero ¿qué mayor correspondencia que la que despliega su semántica? Hablamos de filosofía, claro está, pues María Zambrano es un filósofo -perdón- y un libro sobre su pensamiento y sobre su obra no puede -ni debe ni éste lo pretende- eximirse de la ambición totalizante de la filosofía. Ahora bien, hay aquí, en correspondencia con la verdad insobornable del pensamiento zambraniano, una actitud, un gesto, una disposición y un estilo también insobornables, y, sobre todo, muy distantes de lo que suele ser el proceder habitual de los profesionales de la filosofía. Y la raíz de esta diferencia, que es, en el fondo, diferencia zambraniana, hay que ir a buscarla en esa hospitalidad y en ese servicio puestos al amoroso cuidado del legado.

Modo de vida. Es éste un libro de resistencia. También de desvelo. De indómita resistencia y fiero desvelo. Y busca pares en la lectura, pues sólo en ellos se concede. Don para quienes se hacen merecedores de perder el tiempo, seguros de que así se gana. El tiempo y lo demás. Aquí sólo gana quien pierde y sólo se gana lo que antes se ha perdido. De derrotas y fracasos este libro cuenta varios. El autor se implica en todo ello y con ello acaba confundido. También el lector, si es paciente y el ingenio le acompaña para descubrir el honor que asiste al vencimiento. El final ha de ser inicio. Incipit vita nuova, pues la filosofía es aquí «modo de vida».

No está escrito desde fuera este libro, sino desde dentro del mismo pensamiento zambraniano, desde la «amistad» y la «simpatía», porque lo que su autor ha hecho previamente, como particular camino que llega hasta los umbrales del libro, ha sido apropiarse de ese pensamiento y hacerlo propio. Un camino largo, sembrado de estudios y ediciones que han siglado como pocos otros -aunque no siempre y no por todos reconocidos- el desarrollo de los estudios zambranianos. Pero este libro de ahora, este libro enorme y desmesurado, y no sólo por su magnitud -cuatro volúmenes-, a decir verdad, sino por las consecuencias que ha de tener, aunque muchos se empeñarán en que no las tenga, no es una pieza más de ese camino, sino que, siéndolo también, es, además, un ulterior desarrollo de ese pensamiento que ya va más allá de lo que propiamente Zambrano dejó escrito, édito o inédito que fuere.

Nueva Aurora. Y así, siendo un libro sobre María Zambrano, no es sin más catalogable como bibliografía crítica o secundaria, sino que es un pensamiento que se pone «sobre», y, en consecuencia, se «sobrepone» al amoroso cuidado del legado. Su desvelo acaba desvelando una voz propia, una voz que, situada en la estela de Zambrano, la completa en su fracaso.

Y allí, por si no estaba claro, gana el raro privilegio de una mirada sobre el mundo que viene de vuelta de todos los encantamientos de la modernidad y se coloca frente a tantos ecos de sirena como se oyen en esta postmodernidad nuestra que ha hecho de las escisiones insolubles de antaño un guión con el que entretener la melancolía sin relieves de este tiempo que se va. Resistencia y desvelo que han de fundar una nueva aurora del zambraniano camino del pensar.

Por Clara Janés
Publicado en: www.adamar.org

¿Existiría el mar si no existieran los fondos abisales y la superficie terrestre en que se apoya? ¿Se daría el oleaje sin el agua y su secreto fondo que alberga la fórmula que la constituye? La poderosa obra de María Zambrano se presenta ante los ojos del lector precisamente así, como un piélago ondeante de cuyo remoto asiento apenas se tiene noticia, tan sumergido se halla en las honduras. Ahora, un estudioso que estuvo muy próximo a ella, Jesús Moreno Sanz, movido por su sim-patía, ha dado el arriesgado salto para zambullirse hasta esas regiones que los demás no llegamos siquiera a intuir, e ir localizando y captando los fundamentos. Esto es lo que rescatan los cuatro volúmenes que constituyen El logos oscuro: tragedia, mística y filosofía en María Zambrano. El eje de El hombre y lo divino, los inéditos y los restos de un naufragio. Pero Moreno Sanz, al ir reconstruyendo, desde aquellos puntos de partida, la secreta red cristalina del pensamiento de nuestra filósofa, está, de hecho, ofreciendo un dinámico panorama de la filosofía occidental del siglo XX y sus nexos con Oriente. Se trata de una obra de gran alcance, extremadamente precisa y lúcida, a la que no escapa detalle.

La cercanía y amistad de Jesús Moreno Sanz con la filósofa, que lleva implícitas conversaciones y acceso a inéditos, cartas o libros anotados, no basta para explicar estos volúmenes. Es la misma naturaleza de su autor y su mentalidad abarcadora la que le permite ir creando una trama sutil entre el pensamiento zambraniano y el de otros pensadores. Así, el contenido de su obra se convierte en una danza de rueda que enlaza a modernos y antiguos, desde Empedocles, Platón, Aristóteles, Lao-Tse, Al-Hallâj, Ibn Arabí, Jacob Boehme o Eckhart hasta Hegel, Scheler, Benjamín, Merleau-Ponty, Jaspers, Heidegger, Cioran, Massignon, Jung o Levinas, y por supuesto, Ortega y Nietzsche, y distintos poetas como San Juan de la Cruz o Lezama Lima. Todos ellos son puntos guías para el propósito confeso de Jesús Moreno Sanz: “En definitiva, aquí se cifrará uno de los temas mayores de la posible aportación de Zambrano al pensamiento contemporáneo y sus posibilidades de futuro, que, de momento, sólo cifraré en la reiterada ironía que, como un soniquete zumbón, le lanzaba Lezama a Zambrano: «María, que se te escapa el sujeto.» Hemos de corroborar si se le perdió el sujeto a las penumbrosas razones de la pensadora española, o saca a éste de los reduccionismos conciencialistas e idealistas y lo lleva a un territorio aún inédito donde pueda renacer”.

El tema que marca el norte de la investigación, latente en toda la obra de Zambrano, y cuyo fondo investiga tan a conciencia Moreno Sanz, es su intento de abarcar de modo unitivo religión, filosofía y poesía, aquello que desemboca en la razón poética, y cuyo núcleo se halla en la obra El hombre y lo divino. Es este libro el eje del trabajo y de él se nos dice: “se mueve entre dos polos: el homo absconditus y el Deus absconditus”. Por ello la vía zambraniana, en último término, será mística, ya que la cuestión rebasa a la vía racional, y será abierta y ambigua.

El estudioso se lanza con ímpetu a perseguir su objetivo y, como consecuencia, las páginas que escribe emanan una fuerza especial que se debe, sin duda, a que su propio pensamiento se halla implicado “en esta pesquisa”, pues “en nosotros «algo» muy radical e indomesticado sigue alentando, como si dijésemos con el que tanto recorreremos aquí, Jacob Boehme, que en nosotros Dios mismo resiste”, dice; y añade: “resiste en nosotros, deviene ocurrencialmente y se pliega a nuestra noche.” El impulso de Moreno Sanz es tan fuerte porque existe una necesidad imperiosa: “ir saliendo de esta terrorífica noche nihilista del sinsentido, fuente ella misma de todos los terrores personales y culturales que nos sumen en la barbarie más desconsoladora, en este desierto que crece y crece mientras el hombre está siendo cruelmente sacrificado, oprobiosamente encerrado en diversos campos concentracionarios, como tan desconsoladoramente viera el último maestro de Zambrano, Massignon”. En el fondo, pues, el objeto que pone en marcha todos estos movimientos mentales es el hombre y, ante todo, el hacer frente a su fracaso, la “traición a la palabra” –según Zambrano–, y hallar en el fracaso un destello “que nos concita a proseguir indagando en las raíces de la esperanza.”

Tal vez por este motivo es refiriéndose a Bloch, autor de El principio esperanza (1955), donde Moreno Sanz nos da la clave más abarcadora del amplio panorama que despliega: “pues, para la singular teología atea de Bloch, el secreto del hombre, su misterio, se encuentran en la religión, y su constante penetración en el espacio de la divinidad. Lo humano, dirá él, conquista ahora el misterio de un algo divino. Pues lo totalmente otro no está sino referido a lo humano.” Y prosigue el autor remitiendo también a R.Otto: “lo numinoso, el misterio, no es sino el secreto de lo humano. Así, la religión es la expresión de la más profunda esperanza humana. Es preapariencia de la esencia. Apunta en el sentido esencial del ser, la utopía, y en el sentido radical del hombre: el seréis como Dios bíblico. Y el contraeco de Zambrano hallará aquí la que, desde la Introducción, El hombre y lo divino llama la nueva religión sin Dios, de la religión de lo humano. Y lo humano ascendido así a ocupar el puesto de lo divino”, aunque ello desemboca “en un juego sin escape de fatalidades, sacrificios y crímenes en nombre de los dos dioses oscuros: la historia y el futuro.”

Esta profunda preocupación, y este anhelo de descifrar el binomio hombre-Dios, ambos ocultos, no logra desvelar para la razón el enigma, por ello nuestra filósofa se expresa siguiendo el modo del “corazón”, cuyo origen sitúa Moreno Sanz en “la precisión de los sutiles martillazos de Zambrano por ir tallando la faz del hombre verdadero, que acabará encontrando su mejor modelo en el islamismo, y muy en concreto en el sufismo.” Así podrá escribir también: “todo el pensar de Zambrano se vuelca hacia una doble perspectiva: de un lado, esa doble tradición griega y judeo-cristiana; y de otro, al modo de confrontarlas que es ya el de la razón poética, es decir, esa acepción de la razón que se sumerge en lo “otro”, en la obscuridad –en el logos oscuro–, el abandono, el avasallamiento de aquellas zonas de la vida que no han llegado a ser, y en las que, sin embargo, se encuentran las raíces de la vida del ser”. Se trata de completar ese “ser a medias nacido” –el hombre–, ese ser que barrunta pero no logra descifrar el secreto, la raíz de la vida. ¿Puede haber tema que más nos incumba?

Jesús Moreno Sanz, un ser temerario, no ceja: en estos cuatro volúmenes (casi dos mil páginas) rastrea incesante la espiral que sus hallazgos van conformando. Y no dudamos que todavía seguirá y nos dará otras muchas páginas, abriéndonos los ojos y aclarando recovecos y resquicios que nos permitan ver algo más de luz en los fondos abisales del pensamiento humano.


El logos oscuro: tragedia, mística y filosofía en María Zambrano. Editorial Verbum. Madrid, 2008.
Publicado en el Anuario Filosófico

Dentro de la colección Mayor de la Editorial Verbum, aparece esta obra, que aunque extensa podemos aceptarla como singular y de enorme valor universal. Y que, junto con otros fondos de la misma colección, la podemos considerar como un patrimonio vivo y ejemplar. Dentro de un estilo de edición netamente cultural y de vocación perenne casi olvidado en nuestra lengua.

La obra trata de analizar la razón poética en María Zambrano, interpretada como un logo oscuro en el que confluyen cuestiones trágicas y místicas, con una peculiar manera de analizarlas filosóficamente. Esta sería la razón o explicación misma del título de la obra que nos ocupa. Con ella se pretende cerrar de modo completo toda la obra de María Zambrano, incluyendo diferentes escritos inéditos. Y lo místico entendido como aquel a quien las cosas y no sólo los vivientes dicen lo que suelen callar, y por eso él ha de detallarlo. Y en esa crisis que María Zambrano vivió de cerca en torno a 1939, como crisis cultural, social y política, en suma, desolación humana, resalta la necesidad de la mística, entendida como realización de la vida personal, la mística como el manantial mismo del callar y el silencio de la filosofía. En este momento me vienen al recuerdo una serie de páginas escritas por un eminente hombre actual sobre la elocuencia del silencio.

Pero el autor, en el análisis de la obra completa de María Zambrano, introduce un hilo conductor, como eje de toda la reflexión que es la relación entre el hombre y lo divino, y que la misma María Zambrano consideraba elemento esencial de su filosofía.

Este tratamiento se realiza desde dos perspectivas: de una filosofía experiencial, y de dos momentos históricos, muy trascendentes y claramente diferenciados, de 1946 a 1952, y de 1968 a 1972. Ello permite al autor de esta magnífica obra contextualizar histórica y doxográficamente la filosofía de María Zambrano.

En la relación entre el hombre y lo divino lo que está en juego es la genealogía del logos, como razón y palabra; llegando así a una reflexión trágica entre historia y lenguaje, en la línea de María Zambrano de situar como centro de su reflexión al hombre y su historia y, desde aquí se configura la capacidad de vivir del ser humano, más allá de su solo existir, pues existimos en el absurdo y con mucha angustia. La angustia es garantía de autenticidad.

Desde la soledad humana, y desde el círculo cerrado del hombre, hundido en un camino de soledad sin fisuras, es desde donde María Zambrano sitúa la crucial distinción que realiza el hombre y lo divino entre sagrado, divino y profano. Y eso lo va a realizar desde una concepción antropológica basada en una filosofía de la afectividad.

Ocupando un lugar destacado en esa filosofía de la afectividad aparece la investigación de los sueños, pues es en ellos en donde se comprende, la posibilidad humana de integrarse a sí mismo y conexionarse con todo el universo, es el nombre que utiliza María Zambrano: un hijo del universo, con todas sus consecuencias epistemológicas, éticas y políticas.

Para el autor de esta obra, parece claro que todo este enorme proyecto ha de quedar contextualizado social, intelectual y espiritualmente dentro del S. XX, e incluso acota el periodo desde la segunda guerra mundial hasta la llamada primera guerra del golfo.

Ha sido esta obra, el resultado de un ingente trabajo a lo largo de cuatro años, anotando que la paz en la lucha ha guiado su camino por estas tan intempestivas sendas zambranianas que, dígase rápido, conculcan de la forma más provocadora y de raíz todos nuestros gregarios –cada vez más- modos de vivir y pensar.

El autor manifiesta una enorme ilusión en este espléndido trabajo, pretendiendo proseguir indagando en las raíces de la esperanza, en la posibilidad de abrir un real futuro para la inmensa potencialidad del hombre, pues todavía hay muchas auroras por nacer. En definitiva, el autor pretende, desde la filosofía de María Zambrano, incitarnos a respirar el logos tan oscuro que cada uno llevamos dentro. Desde esa oscuridad tratamos de callar, pensar, esclarecer, sin pretender explicarlo todo, pues en aquellos encuentros con Heidegger alguien exclamó: ¿por qué siempre querer explicarlo todo?, mientras otro apostilló: ¡eso es un error, no queremos explicar, sino comprender!, ahora bien, afirmo yo: aceptar sin comprender es como ahogar las preguntas en la garganta.

Se trata de una obra realizada con una enorme humildad, sin estar sentado en tronos pontificios, pretendiendo salvarse del naufragio de esta nuestra vida en tempestad, no queriendo ser constructor de ataúdes, sino de ilusiones. Es una magnifica ocasión para abandonar con su lectura ese ambiente de tristeza y desesperación que llena los diferentes rincones de nuestra sociedad actual, renunciando a ese denominado suicidio colectivo al que se referían en un triste diálogo Camus y Sastre, cuando el primero le dijo al otro: para Vd. y para mí no existe otra cuestión de fondo que el suicidio.

Madrid, Marzo de 2009
Julián Morales Nava

ISBN: 9788479624453Clasificación: , ,
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Digital-Vol. I, Digital-Vol. II, Digital-Vol. III, Digital-Vol. IV, Papel

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