Por qué soy monárquico

Javier Paniagua escribe para el diario El Mundo un artículo sobre la obra ensayística de Miguel Catalán, Seudología.

Como ya he destacado en esta columna, Miguel Catalán, profesor del CEU, ha producido una interesante obra filosófica. Sin embargo, en esta sociedad valenciana con tan pocas contrarréplicas intelectuales pasa bastante desapercibida, sin recibir una adecuada atención lo que viene publicando en esa saga denominada Seudología, que alcanza ya nueve tomos. El último, editado por la editorial VERBUM, La santa mentira(2019) analiza las bases teóricas que justificaban cómo la nobleza y el clero evitaron el trabajo y lo cargaron sobre sus vasallos. Con conocimiento de las fuentes clásicas grecorromanas, árabes y bíblicas construye el aparato ideológico que sirvió para justificar lo que los historiadores llaman feudalismo, antecedente del que surgiría la sociedad moderna capitalista, donde el mercado se convertiría en el elemento fundamental para asignar el trabajo y los beneficios. El 12/2/2019 publicó una columna en Levante¿Por qué soy republicano? en la que justificaba su adscripción a la República aludiendo, en primer lugar, a la trayectoria de Alfonso XIII, de su hijo Juan, que intentó alistarse en el bando franquista en la guerra civil, y al rey Emérito, Juan Carlos, entronado por Franco. Y resalta, con referencias a autores grecorromanos, las bases teóricas que hacen de la República el sistema más apropiado para organizar la convivencia política de las sociedades, ya que representa el «imperio de la Ley» votada por la ciudadanía frente a un monarca inimputable, como se establece en la Constitución. Los antiguos romanos consideraban que la monarquía era propia de los pueblos bárbaros, y desde esa perspectiva la República es una creación de la cultura occidental democrática, en contraposición a las tiranías de los orientales. Como señalaba Platón los persas doblan la rodilla ante el rey, y los griegos sólo lo hacen ante los dioses.

Si nos limitamos a considerar solo los elementos de la teoría política seguramente tendríamos poco que objetar. Pero claro, el paso de ese mundo platónico a la salida de la caverna viene a mostrar las diferencias entre pensamiento y realidad, como ya señalaron los pragmatistas norteamericanos. En efecto, la monarquía en España no tiene los mejores parabienes y Catalán podía remontarse a Fernando VII, el rey felón, a Isabel II, la reina corrupta, a su hijo Alfonso XII que permitió la prohibición de explicar las tesis darwinistas en las Universidades, y profesores como Giner de los Ríos fueron expulsados de sus cátedras. Precisamente aquellos que aluden a la historia del PSOE y señalan acontecimientos execrables de algunas de sus actuaciones, afirmando incluso que en su estructura está instituida la violencia, -en referencia a lo que pudieron realizar algunos lideres militantes- se olvidan de las infamias cometidas por nuestros reyes, la Iglesia y otros políticos contemporáneos.

Dicho todo lo cual, aclaro que ninguna institución, partido o sistema están exentos de ignominias y vilezas históricas. Incluso si repasamos la de los emperadores romanos nos encontraremos con verdaderos criminales en serie, también repúblicas de los siglos XIX y XX mucho más represivas y violentas que las monarquías. Otras son, en realidad, monarquías encubiertas (recuérdese la figura de De Gaulle de la V República Francesa) Después de siglos, las monarquías europeas, entre ellas la española, han aprendido a respetar las decisiones democráticas. e incluso a potenciarlas sin estar mediatizadas por los partidos políticos, a pesar de sus pifias personales de las que tampoco están exentas los presidentes republicanos. Paco Sosa Wagner me contaba que una vez, en la Puerta del Sol de Madrid, en una manifestación de jóvenes demandando la República le espetó a uno de ellos: «Oye, ¿y sí mañana Esperanza Aguirre se convierte en Presidenta de la República, reclamaríais la Monarquía?» La monarquía es como la Catedral de Burgos que, si se cuida y se mantiene en los términos constitucionales, da estabilidad a un país como España, necesitado de solidez política, social y económica después de los convulsos siglos XIX y XX donde, además de las tres guerras carlistas, estalló la más trágica contienda, de la que todavía quedan restos mentales y sociales, la de 1936-39, e ítem más, siempre que expulsamos a los borbones acaban regresando.

La reseña original:

https://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2019/03/04/5c7cc87ffdddff12388b45bd.html

El libro:

 

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