Poder y Caos en la Revista Recensiones

La revista de filosofía de La Universidad Complutense de Madrid, «Recensiones», reseña «Poder y Caos», el VIII volumen del ensayo de Seudología obra de Miguel Catalán.


Seudología, el proyecto enciclopédico sobre la mentira del profesor valenciano Miguel Catalán (Valencia, 1958), sigue su curso regular con la aparición de este octavo tomo de la serie. Después de haber salido en la primavera de 2018 Mentira y poder político. Seudología VII, el primero de los volúmenes dedicado al ámbito político, la editorial Verbum nos entrega este otoño Poder y Caos. La política del miedo. El nuevo estudio viene a representar una especie de segunda parte del volumen anterior, que también tuve la oportunidad de reseñar en este mismo medio. Si Mentira y poder político venía a fijar los principales temas de la relación oblicua de dominio entre gobernantes y gobernados, el eje sobre el que en esta ocasión gira Poder y Caos es ya más concreto, al enraizar la política en la emoción del miedo. Poder y Caos viene de tal forma a desarrollar uno de los asuntos apuntados en Mentira y poder político: el modo en que las minorías dominantes han hecho uso en beneficio propio de una pulsión, la del miedo, tan fuertemente enraizada en la naturaleza humana. La siguiente cita podrá darnos una idea de la idea-fuerza que penetra el conjunto de este último trabajo del profesor Catalán:

Poder y CaosEl miedo es la principal fuerza psíquica explotada por los gobernantes para afianzar su poder. Y no por casualidad, pues esta turbación del ánimo se halla fuertemente arraigada en el acervo genético de nuestra especie. Al explotar el temor al otro (al caos, a la anarquía, al nihilismo, al terrorismo, al extranjero, al inmigrante, a la nación periférica, al disidente, al libertino) y canalizar el odio subsecuente contra el destructor del orden mítico, el poderoso mantiene con impunidad las desigualdades internas de la sociedad que domina. En vez de reprimir la ira del
estado llano ahogado por la injusticia, la redirige contra un objetivo adecuado a sus intereses. 
A ello se debe que la explotación política del miedo en el mundo contemporá-neo tenga dos funciones esenciales: la primera, hacer olvidar la injustificable desigualdad producida por el capitalismo postindustrial dirigiendo la fuente de la angustia y el resentimiento popular hacia un objeto distinto del causante del problema; y la segunda, mantener al pueblo unido y dócil (“cohesionado”) bajo la figura del líder protector (“firme”, “sensato”, “estabilizador”) que la minoría dominante propone como salvador de la mayoría que en realidad está explotando” (Poder y Caos, p. 15).


Teniendo presente la diferencia de poder y conocimiento entre gobernantes y gobernados, Catalán estudia, partiendo de la sociología y la antropología, los diversos modos en que estos últimos se aglutinan en busca de un líder al enfrentarse a una situación de incertidumbre. El autor comienza por describir en el capítulo primero la transición del miedo al odio, incluyendo el fenómeno colectivo llamado “de agrupación en torno a la bandera” (Rally around the flag) que se produce cuando el grupo se enfrenta al reto de su propia supervivencia.


En el segundo capítulo, dedicado a la explotación política del miedo, entramos en la materia propia de la investigación: “La unión entre los miembros de un grupo social aumenta”, explica el autor, “cuando sienten el peligro de verse atacados o amenazados por un enemigo exterior. La sensación casi mística de unidad colectiva ante una amenaza común es tan grata como poderosa. De ello se aprovechan los demagogos para atribuir al adversario interno cualidades desintegradoras de la unión comunitaria y los estadistas para atribuir a las naciones vecinas intenciones hostiles que es preciso neutralizar con acciones preventivas”. Esta visión del extranjero o el
vecino como una amenaza inminente puede tener una base real, pero también responder a una proyección de los miedos internos o a un argumento político diseñado por el propio gobierno.


La amenaza al grupo no tiene por qué ser territorial, sino que también puede venir del interior de la propia sociedad y ser aprovechada para la represión política; así surgen las figuras más temibles, idóneas para que las autoridades vigentes se presenten como adalides o salvadoras de la propia comunidad:

Cada vez que se produce un gran malestar social, lo hemos comprobado una vez más tras la recesión regresiva
de 2008, los gobiernos utilizan el miedo como catalizador de las medidas opresivas y autoritarias. A fin de suprimir los derechos sociales y laborales, reprimir la libertad de expresión y reunión, presionar a los jueces o controlar a los informadores, las autoridades aprueban leyes que en una situación de confianza colectiva sólo nutrirían sus sueños más tiránicos” (p. 23).

 

                            Miguel Catalán

El autor incide en la inmemorial utilización con fines de control político por parte de la autoridad, que hace valer su posición de privilegio, de aquellas emociones de contagio asociadas al miedo que agitan la conciencia colectiva desde el origen de la historia. Cuando hay motivos reales de inseguridad, la autoridad toma el mando y ve reforzada naturalmente su autoridad; cuando no hay tales motivos, pueden inventarse o exagerarse:

Toda minoría gobernante que disponga de un altavoz en forma de aparato administrativo, ministerio de propaganda o red de medios de comunicación diligentes podrá emitir falsas señales de alarma cada vez que vea peligrar su hegemonía. Y elegirá a su enemigo para transformarlo en la amenaza que se compromete a eliminar en tanto protector del pueblo. Desde el Caos que los Faraones egipcios ponían como única alternativa a su reinado hasta la Guerra contra el Terror en el siglo XXI que, a fin de imponer la supremacía militar y económica global, ha sustituido al último enemigo territorial de Estados Unidos por una amenaza informe, la del terrorismo, bajo la cual poder dictar leyes restrictivas contra la prensa libre, reducir la privacidad de los ciudadanos o mantener los gastos superlativos del Pentagon System, los gobiernos siempre han sabido que la mejor forma de mantener sometido al agregado social es dar el grito de aviso de un peligro devastador para toda la sociedad que sólo el jefe y su camarilla pueden detener. Entonces se agita el espantajo del Caos, hoy llamado terrorismo y antes anarquía, herejía o libertinaje, y se asegura defender al pueblo de la discordia civil que suscita el extranjero, el antipatriota, el nihilista, el anarquista…” (p. 23).


El capítulo tercero del libro afianza el dualismo, tan útil a la potestad, que enfrenta los conceptos generales de “potestad” y “caos”. Aquellas fuerzas que se opongan  
al poder constituido deben transformarse en monstruosas o caóticas, como muestran los conceptos civilizatorios de “pagano” y “bárbaro”: “El pagano fue un eficaz fantasma simbólico que operó a favor de la hegemonía del cristianismo no menos que el bárbaro a favor del mundo grecolatino frente a una multitud de enemigos heterogéneos”.
Sirviéndose de las doctrinas de Thomas Hobbes y Carl Schmitt, Catalán dibuja los rasgos míticos de un Caos que, bajo la forma de “hidra de muchas cabezas” u otras, viene a representar la figura de un enemigo preferiblemente único, informe, anárquico ante el cual el Poder vigente pueda establecerse como alternativa igualmente única. Las leyes restrictivas y la represión pueden presentarse como medidas necesarias. En tales situaciones de inquietud, también suele presentarse al disidente como traidor y al opositor, como enemigo de la patria.


En el capítulo 4, titulado “El caos precivil”, Catalán estudia el enfoque mítico de la relación entre el Estado de naturaleza de cariz hobbesiano, que sería una situación insostenible, y el “estado civil”, que se presenta con caracteres armónicos y racionales como única solución al anterior. Esta visión, apunta Catalán, así como la del propio contrato social, es básicamente un relato incierto con fines de
dominio:


Esta dialéctica naturaleza/civilidad está basada en una sucesión de errores y falsedades. El hombre jamás conoció estado de naturaleza alguno, sino que la sociedad presente es tan natural como en cualquier momento del pasado humano y se formó no mediante un acto de razón, sino por evolución natural-cultural de las sociedades primitivas. La armonía civil de las teorías políticas que amenazaron con el retorno del hombre salvaje si la autoridad no era respetada y obedecida sin condiciones es un mito, pues sin duda no sólo existen en las actuales sociedades fuertes tensiones internas derivadas de la injusticia histórica, sino que, como antes señalé, las sociedades llamadas naturales disponían de métodos de corrección o aplacamiento de la violencia no menos eficaces que las nuestras. Pues es también un mito concomitante la primitiva guerra crónica de todos contra todos. Cuando los autores del contrato urdían con estos oscuros mimbres la teoría ascendente de la legitimidad que procura desde el pueblo todo el poder al Soberano estaban combatiendo la aún más dañina teoría descendente que remitía a Dios tal legitimidad. Al menos algunos de ellos, también Hobbes, confiaban en que nadie en el futuro
se pondría a averiguar si el relato del consenso original fue cierto, sino sólo si resultaba útil” (p. 46).


En los capítulos 5, 6 y 7 el profesor Catalán estudia tres de las principales formas del mítico Caos tan beneficiosas para el ejercicio del mando: el caos nihilista, el caos anarquista y el caos terrorista. Las figuras correspondientes del Nihilista, el Anarquista y el Terrorista, en cierto modo inexplicables y en cierto modo inhumanas por su falta de motivos inteligibles, conforman un Otro infame o monstruoso que concita la alarma unánime del pueblo y autoriza la imposición de normas opresivas o leyes restrictivas, así como la entronización de un Soberano dotado de todos los poderes superiores contra un Enemigo metafísico no menos que político. La unión de los intereses de la monarquía y de la religión
institucional permitirá dotar históricamente al soberano de un carisma divino o semidivino que resulta esencial para enfrentarse a un Mal cósmico intratable en 
su poder destructivo. El orden político y la prescripción litúrgica se unen con un fin compartido:
“La liturgia política de los imperios antiguos ya contrapone frente al caos la orden del rey y el orden de la ley, dotados de cualidades eternas y sobrenaturales. La relación simbiótica entre la función del ritual mágico-religioso y la función litúrgica del ceremonial de coronación queda fijada en los procedimientos sucesorios. La sucesión del soberano no deja un solo movimiento al azar. Cuando el rey hitita Telepinu establece en su Edicto un criterio preciso para el orden de sucesión del trono, exige que se cumpla al pie de la letra para evitar el periodo histórico de crímenes que aparece registrado como “gran caos”. Nunca volverá la sangre a manchar las gradas del palacio real si el monarca mantiene su origen divino y se cumplen las prescripciones del edicto sagrado “en una estricta aplicación de la norma para librarse del caos”.


Un nuevo espacio de investigación se abre en el capítulo octavo, que estudia los modos en que la potestad ha legitimado la violencia contra los particulares menos afectos, convirtiéndolos en amenazas contra la humanidad y la decencia: de mayor a menor grado de transformación simbólica se suceden la demonización, la cosificación, la deshumanización, la bestialización, la barbarización y la criminalización.


Los capítulos que van del 9 al 11 estudian la territorialización del miedo, la división del espacio político entre amigos y enemigos, el patriotismo y el nacionalismo como máscaras del deseo de poder. El capítulo 10, en concreto, aborda el tema de la construcción o invención del enemigo exterior como una forma de unificar a los gobernados bajo la bandera enarbolada por el gobernante. La guerra se presenta no como un embate frente a humanos en distinta posición, sino como una lucha contra el mal. La resistencia innata de los individuos a matar a sus semejantes se supera a través de las distintos combinaciones de alcohol y drogas suministradas
por el Alto Mando a lo largo de la historia militar, pero también mediante una propaganda cada vez más imprescindible, capaz de presentar a las clases populares la carnicería que van a tener que soportar, suscitada por el apetito imperialista, los intereses partidistas o el mero lucro, como si fuera una divertida aventura o una oportunidad de demostrar la hombría, cuando no una lucha colectiva contra el Mal encarnado en el extranjero avieso. En el apartado “Conflicto bélico e interés de clase” escribe el autor:


Esta vocación expansionista de los Estados modernos en manos de los núcleos directivos y financieros tiene la misma doble finalidad que la utilización del miedo en la propaganda política: aumentar el dominio de estas y redirigir la frustración de la mayoría a objetivos convenientes para los dueños de la nación. El imperialismo y el colonialismo forman excipientes esenciales en este proceso, pues la guerra siempre fue en estos países una forma de apropiarse del botín exterior y de ahuyentar las disensiones internas repartiendo los restos de los despojos entre
la plebe, o bien encauzando el odio popular hacia el exterior en vez de hacia sus explotadores” (p. 181).


Los últimos capítulos del libro se dedican a la conversión simbólica del extranjero en agresor potencial y a la frecuente ficción de la guerra defensiva, expediente retórico imprescindible para justificar los conflictos bélicos modernos y contemporá-neos. Poder y Caos concluye con un capítulo dedicado a la conversión del disidente (adversario interior del gobierno o del estrato dominante) en enemigo exterior (adversario exterior del pueblo), de tal forma que la represión se convierta en un acto patriótico, una “conversión fóbica” que tiene un buen ejemplo en la Guerra Civil española, presentada por el bando nacionalista como una lucha no entre españoles con distintas ideas o sentimientos, sino como una liza heroica de los únicos españoles contra la Antiespaña republicana y el Comunismo Internacional.


Luis Veres
Universidad de Valencia
Luis.Veres@uv.es

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El libro:

 

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