El papel social de la mentira

Francesc Arroyo reseña «Mentira y poder pólitico» de Miguel Catalán para el periódico digital El Plural. realizando un paralelismo con el process Catalán.

 

Acaba de salir un libro mucho más que interesante. Se titula Mentira y poder político (editorial Verbum) y su autor es el filósofo valenciano Miguel Catalán. A la postre es el octavo volumen dedicado al estudio de la mentira y su uso social, a la filosofía, a la religión, a la moral, a la política. Hay un capítulo estremecedor. Defiende la tesis de que el sistema democrático formal consiste en un engaño monumental: los poderosos de siempre gobiernan como siempre pero han conseguido convencer a los electores de que son ellos los que toman las decisiones, por lo que ya ni siquiera se les pueden pedir responsabilidades. No era la intención de Catalán hacer un diagnóstico del proceso, pero ha acertado de pleno. Los dirigentes processistes han llevado a la gente a un callejón sin salida y ahora piden nuevamente el voto aduciendo que, en realidad, seguían el mandato del pueblo.

Hay un falso debate sobre si el independentismo es una revolución burguesa o de otro tipo. Lo primero es que no se trata de una revolución sino de una involución. La prueba es que se reclaman herederos de 1714 (no se sabe bien de qué parte porque Cataluña se dividió entre partidarios del Borbones y de los Austria). Es decir, querrían volver a una monarquía absolutista, para que se mire como se mire, el reinado de Carlos II no fue una democracia. Detrás del independentismo no existe la burguesía, aunque haya burgueses. Lo que hay es una élite funcionarial acostumbrada a vivir del presupuesto público y que ha vislumbrado la posibilidad de ser los dueños de todo.

Por si esta referencia no fuera suficiente, está la relación entre poder y mentira, eje vertebral del proceso. Los chicos de la CUP seguramente pueden ser criticados por muchas cosas, pero no por haber mentido. En cambio los dirigentes de Juntos por Sí han mentido una y otra vez, sin problemas, por qué parte de sus votantes parecen disfrutar con estas mentiras. Se las tragan todas, ni que sean de la altura de un campanario. De paso: los campanarios también se han apuntado al desenfreno. He aquí los monjes de Montserrat criticando evangélicamente las humillaciones inadmisibles, lo que exige pasar por alto el evangelio que dice que hay que humillarse para ser ensalzado.

Los dirigentes de Juntos por Sí han mentido al afirmar que la independencia de Cataluña sería un éxito económico; han mentido diciendo que los dirigentes de todo el mundo y un poco más allá del acogerían como un maná; han mentido defendiendo que lo que pasó el 1 de octubre fue un referéndum democrático; han mentido asegurando primero que la república había sido proclamada y desdiciendo en seguida. La última vez esta misma semana, Carme Forcadell, ante el juez del Tribunal Supremo.

La todavía presidenta de la comisión permanente del Parlamento no tuvo ningún problema para decir primero que era respetuosa con la legalidad del Parlamento y negarlo a continuación. Como San Pedro, pero sin santidad, en nombre de la dignidad del pueblo, pero perdiendo la dignidad personal.

Los seguidores de esta gente que duerme perfectamente de madrugada mienten cuando acusan a quien no comparte sus obsesiones y opiniones de ser franquistas y añadir que España es una terrible dictadura. Si lo fuera no podrían decirlo, ni dormir de madrugada. Lo que pasa es que muchos de ellos no la miraron mal la dictadura. O sus padres. Y conste que el pecado original sólo tiene cabida dentro de la religión: el padre puede ser un perfecto defraudador y el hijo una bellísima persona. De todos modos no deja de ser sorprendente que el padres de Jordi Pujol, Artur Mas y Xavier Trias tuvieran dinero en el extranjero. Había que venir de familia defraudadora por ser dirigente de Convergencia (ahora Pdecat)?

El problema de las mentiras, sin embargo, es acabar creyéndolas. Seguramente esto explica la situación personal de Carles Puigdemont. La gente tiene información sobre el mundo de diversas maneras. Una, mirando directamente; una segunda, a través de los libros y medios de comunicación; finalmente, está la información que llega de la gente de alrededor. Puigdemont no salía del patín de los Naranjos, leía los periódicos que él mismo subvencionaba y miraba TV-3, y recibía información de los afines que, además, le debían el cargo. Ha acabado convencido de las propias mentiras y sorprendido de que en Bélgica le entrevisten las telas como aquí se entrevista a Belén Esteban. Y si cada vez la dice más gorda, más entrevistas le harán, camino de convertirse en un fenómeno de feria. O de feria. Un émulo del astuto, capaz de colgar en las redes una fotografía de Palau cuando ya estaba en Perpiñán. De todo ello en catalán no se dice astucia sino mentiras. Como es mentira que en España haya una cacería de independentistas por el hecho de serlo.

Es posible que las mentiras, grandes, muy grandes, de los independentistas queden justificadas por la tendencia a mentir de uno de sus viejos amigos y hoy competidor, el Partido Popular. Cabe decir que Federico Trillo puede competir perfectamente con Raül Romeva, mientras que Oriol Junqueras profesa un jesuitismo perfectamente comparable con el de Mariano Rajoy.

Cuando no mienten recurren al ardid del jesuita tan fumador que fue a ver al confesor y en lugar de preguntarle si podía fumar mientras rezaba pidió si podía rezar mientras bancal un cigarrillo.

 

La reseña original:

https://www.elplural.com/catalunya/2017/11/10/el-paper-social-de-la-mentida

El libro:

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