Información adicional
| Peso | N/D |
|---|---|
| Dimensiones | N/D |
| Páginas | 88 |
| Formatos | ePub, Papel |
| Publicación | 2024 |
El día que Laila se durmió
¿Recuerdas? El día que volvimos del hospital me dijiste: «Quiero envolverme en la colcha y dormir». Te bañé por primera vez en mi vida. Eras mi niña, mi juguete, y deseé, como hacen los niños con sus juguetes, desmontar tu cuerpo pieza por pieza para coger al cáncer del cuello y asfixiarlo. Te puse tu perfume y te coloqué en la cama, y ahí empezamos a contar las semanas y los días que nos quedaban juntas, como cuentan los pobres los bollos de pan. No te dijimos que te estabas muriendo. ¿Nos has perdonado? ¿Te falló el instinto esta vez? ¿Cómo no lo sospechaste al vernos las caras? ¿No sentiste el frío que reptaba hacia nuestras miradas como las culebras de verano? ¿No apreciaste cómo claudicaba la esperanza de nuestros ojos entre la noche y el día… como se va desnudando el árbol? ¿Cómo pudiste dispensarle a la muerte semejante bienvenida? ¿Qué le susurraste para pedirle que esperara y la cargaras contigo del hospital hasta casa? ¿Cómo la dejaste vagar a su antojo, tumbarse en los sofás, tomar con nosotros el café, recibir a las visitas ¡y comer de tu plato!? Sé cuántas veces le hablaste entre gemidos de la compasión. «La salud es dignidad», le dijiste, y ella, igual que tú, odiaba a los médicos. No se te ocurra decirme que tenía cara de buena, y que sus manos olían a incienso. ¿Sabes lo que hizo después de ti y cuántas madres murieron, en cuyos cortejos fúnebres nadie caminó? Eres afortunada con tu muerte, sí. Eso nos repetíamos al cabo de poco menos de un mes de tu partida, cuando el mundo entero se quedó sin madres.
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¿Recuerdas? El día que volvimos del hospital me dijiste: «Quiero envolverme en la colcha y dormir». Te bañé por primera vez en mi vida. Eras mi niña, mi juguete, y deseé, como hacen los niños con sus juguetes, desmontar tu cuerpo pieza por pieza para coger al cáncer del cuello y asfixiarlo. Te puse tu perfume y te coloqué en la cama, y ahí empezamos a contar las semanas y los días que nos quedaban juntas, como cuentan los pobres los bollos de pan. No te dijimos que te estabas muriendo. ¿Nos has perdonado? ¿Te falló el instinto esta vez? ¿Cómo no lo sospechaste al vernos las caras? ¿No sentiste el frío que reptaba hacia nuestras miradas como las culebras de verano? ¿No apreciaste cómo claudicaba la esperanza de nuestros ojos entre la noche y el día… como se va desnudando el árbol? ¿Cómo pudiste dispensarle a la muerte semejante bienvenida? ¿Qué le susurraste para pedirle que esperara y la cargaras contigo del hospital hasta casa? ¿Cómo la dejaste vagar a su antojo, tumbarse en los sofás, tomar con nosotros el café, recibir a las visitas ¡y comer de tu plato!? Sé cuántas veces le hablaste entre gemidos de la compasión. «La salud es dignidad», le dijiste, y ella, igual que tú, odiaba a los médicos. No se te ocurra decirme que tenía cara de buena, y que sus manos olían a incienso. ¿Sabes lo que hizo después de ti y cuántas madres murieron, en cuyos cortejos fúnebres nadie caminó? Eres afortunada con tu muerte, sí. Eso nos repetíamos al cabo de poco menos de un mes de tu partida, cuando el mundo entero se quedó sin madres.
El día que Laila se durmió
| Peso | N/D |
|---|---|
| Dimensiones | N/D |
| Páginas | 88 |
| Formatos | ePub, Papel |
| Publicación | 2024 |
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