José Martí, empezar por la sospecha

Gerardo Fernández Fe entrevista para diario de cuba a Francisco Morán sobre su libro sobre José Martí, «Martí, la justicia infinita»:

 

Martí sospechaCon la misma vehemencia con la que en 1993 organizó una serie de homenajes por el centenario de la muerte de Julián del Casal, de cuya misa en la Iglesia de la Merced, en la Habana Vieja, fuimos prácticamente expulsados, Francisco Morán, 20 años después, ha acometido una enjundiosa y no menos desacralizadora investigación sobre la vida de José Martí.

Provocador de iras y criterios encontrados, a su último libro, Martí, la justicia infinita (Verbum, Madrid, 2014), de casi 700 páginas, habrá ya que buscarle a partir de estos momentos un espacio obligado en cualquier biblioteca que se respete sobre la complejísima obra del autor de Escenas norteamericanas.

Con él hablamos sobre ese libro y su tema.

Está el cuadro de Arche en el que Martí se coloca solemnemente la mano en el pecho; está también el óleo que lo representa cayendo del caballo, pero en este libro te detienes únicamente en una tercera imagen: la del joven preso recostado a una columna, acompañado por su grillete. Si sumamos esto a lo que se relata en El presidio político en Cuba, tendremos que Martí mismo nunca fue ajeno a un proyecto de reificación de su figura: mártir y héroe a la vez, engrosamiento de un prestigio político, de una autoridad moral. Martí, afirmas, «se proyecta como personaje de un drama de honor calderoniano».

Es lo que sostengo: el involucramiento del propio Martí, desde muy temprano, en su propia reificación: mártir, héroe, y añadiría, en significante mismo de la comunidad nacional. Me alegra que menciones el cuadro de Arche, porque se trata de una imagen que no falla en evocar la del Sagrado Corazón, un cuadro que era muy común encontrar en los hogares cubanos. Ese Martí-Jesús emblematiza la de Jesús-hijo de Dios, supuestamente enviado a la tierra a redimir a los hombres con su sacrificio.

Martí se representó obsesivamente como Cristo, y las referencias crísticas abundan, empezando por El presidio político en Cuba: «todas las grandes ideas tienen su Nazareno» (cito de memoria). Ya Freud veía una ironía en el sacrificio del hijo que, por esta vía, intenta superar el impulso parricida, puesto que a pesar de su inmolación, es Jesús quien termina reemplazando al Padre en la devoción de los cristianos. Esto habría que pensarlo mejor en el contexto de la compleja relación de Martí con su propio hijo, tal como lo demuestran Ismaelillo y Versos sencillos.

Esa relación podría a su vez reflejar la de Martí con su padre, tan bien captada por Fernando Pérez en el filme El ojo del canario. El Martí preso, el del grillete y la cantera es, en gran medida, otra proyección —la primera— de la Pasión, y anuncia por lo mismo el Martí-Jesús de Arche. Martí también explotó la narrativa del presidio para asegurar su autoridad moral, que llega a identificarse para mí con la del superyo, y cuyas demandas son tanto morales como sádicas. Porque como el de Jesús, el sacrificio de Martí resulta a la postre impagable, y por tanto resulta también el significante de una deuda que nos esclaviza.

Gerardo Fernández Fe

 

La entrevista original:

http://www.diariodecuba.com/cuba/1422402521_12562.html

 

El libro:

 

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