Javier Ramos: El señor Gro y la hija de la viuda Stern

Beatriz Garza realiza en el blog de literatura «Un libro al día«, una excelente reseña de la obra ganadora del premio «Novelas ejemplares» El Señor Gro y la hija de la viuda Stern, de Javier Ramos.

 

Cada vez corremos menos riesgos a la hora de elegir nuestras lecturas, solo nos lanzamos con autores o editoriales que —a nuestro entender— son un valor seguro, y qué estrepitosas decepciones nos llevamos con algunos de esos valores seguros. Y a pesar de ello nos continuamos resistiendo a salir de nuestra zona de confort. Pero no soy quién para dar lecciones; en algo más de un año que llevo colaborando en ULAD esta solo es la segunda obra de autor desconocido que reseño y porque tiene el aval de un premio literario (cosa que ya tampoco es garantía de nada).

Javier RamosEl Señor Gro y la hija de la viuda Stern ganó la edición del 2017 del Premio Internacional de Narrativa «Novelas Ejemplares». Se trata de una novela corta con setenta páginas rebosantes de una prosa poética, original y envolvente.

Resumen resumido: el anciano Gro lee un libro en un banco de la plaza, todos los días el mismo libro durante años. La gente del pueblo siente curiosidad y recela, y mandan a la pequeña hija de la viuda Stern para que le sonsaque qué lectura es esa que lo mantiene tan absorto.

En la línea de El Principito
Esta es una de esas novelas en las que prima la atmósfera sensitiva por delante de la trama, la experiencia lectora tiene más que ver con llegar a un estado mental concreto que con la historia en sí, y por ello es difícil captar su esencia con un resumen. Porque El señor Gro y la hija de la viuda Stern conduce al lector a la esfera de las fábulas y los sueños —un poco en la línea de El Principito— para tratar cuestiones que no se pueden abarcar desde la razón o el realismo.
¿Y qué cuestiones son esas? Pues aunque cada lector lo percibirá en función de su bagaje emocional y sus experiencias vitales, hay dos temas que toman especial relevancia: por una parte, el duelo como proceso que cada cual gestiona como buenamente puede y que tiende a aislar al individuo de su entorno y su realidad, que suele ir acompañado de culpa o tristeza o ambas, y que necesita un tiempo más o menos largo hasta que finalmente se resuelve. Por otra parte, la penalización por ser diferente, el hecho de no encajar y sufrir el aislamiento, incluso el exilio, en manos de un entorno social viciado, pequeño y endogámico. El retrato que se hace en la novela de ese pueblo o masa social, sumido en la incultura y la desidia, está muy conseguido:

«El día de la boda, se cogían de la mano como para vadear un riachuelo. La viuda Stern se dejaba felicitar por sus vecinas, que tenían en la boca un bombón pegajoso e inagotable que venía a decir, que venía a callar: ¿qué va a darle tu hija al tonto del pequeño del pescador? ¿qué va a darle tu hija, blanca como la vemos, al tonto del pequeño del pescador, si estamos hartas de verla con la falda arremangada y el culo de ese tonto entre sus piernas detrás de la tapia de la conservera? (…)»

 Los personajes se entrecruzan con la voz del narrador
Los hechos, palabras y pensamientos de los personajes se entrecruzan con la voz del narrador en tercera persona, sin por ello entorpecer la lectura y logrando una gran cercanía. Porque el estilo es el verdadero eje vertebrador de la obra. Las imágenes y metáforas resultan tan personales y originales que crean un mundo propio entre el narrador y el lector. No resulta sencillo elegir una sola cita puesto que las setenta páginas de la obra son una continua cita que invoca a la lectura:

«Es muy sensato lo que dices, Gro, dijo la hija de la viuda Stern. Cincuenta años, mis pechos se me han hundido en la blusa y mi pelo es corto y es feo, y el señor Gro me llama muchacha con su voz trabajosa. Es bonito ver cómo un viejo busca una palabra y la encuentra y la dice. Se ve la palabra muy nítidamente rehuyéndole y se ve cómo suavemente la coge entre sus labios (como con las manos se saca un pájaro del nido y se le impulsa), y después la dice.»

Así que recomendable por lo personal y expresivo de la apuesta (diría que no es un tipo de obra que abunde en el mercado por lo que aún debería ser más celebrado su reconocimiento mediante premio y publicación), y porque ofrece una lectura pausada que invita a degustar cada palabra y percibir las sensaciones que produce. Una buena oportunidad para leer porque sí y no para ver qué pasa.
Beatriz Garza.
La reseña original:
El libro:
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