Epicuro (en griego, Epikouros), también conocido como Epicuro de Samos, (341 a. C. nació en Samos, y falleció en Atenas en 271/270 a. C.) fue un filósofo griego, fundador de la escuela que lleva su nombre (epicureísmo). Los aspectos más destacados de su doctrina son el hedonismo racional y el atomismo. Influido por Demócrito, Aristipo, Pirrón, y posiblemente Aristóteles y los cínicos, se volvió contra el platonismo y estableció su propia escuela en Atenas, conocida como «El jardín», donde permitió la entrada de mujeres, prostitutas y esclavos a la escuela. Se dice que escribió más de 300 obras sobre diversos temas, pero la gran mayoría de estos escritos se han perdido. Sólo tres cartas escritas por él, la Carta a Heródoto, Pítocles y Meneceo; y dos colecciones de citas, las Máximas capitales y las Sentencias Vaticanas, han sobrevivido intactas.
Para Epicuro, el propósito de la filosofía era la búsqueda de la felicidad (eudaimonia), caracterizada por la ausencia de turbación en el alma (ataraxia) y de dolor en el cuerpo (aponía). Su ética hedonista considera procurar el placer y evitar el dolor el propósito de la vida humana; siempre de una manera racional para evitar los excesos, pues estos provocan un sufrimiento posterior.
Fallecio en el año 270 a.c a la edad de 71 años, dejando la dirección de su escuela a Hermarco de Mitilene, quien afirmó que su maestro, después de verse atormentado por crueles dolores durante catorce días, sucumbió víctima de una retención de orina causada por el mal de la piedra. En su testamento, conservado por Diógenes Laercio, otorgó la libertad a cuatro de sus esclavos.